En las primeras horas del día 30 de Octubre de 1947, dos de los asesinatos más brutales en la historia del crimen tomaron forma en una vivienda modesta en Tacoma, Washington. Una madre y su hija se retiraron, la noche antes de regresar a casa, de una junta de oración de media semana.
Ya dormidas, un ladrón observaba desde las sombras de su cobertizo hasta que todo estuvo callado, y fue hacia la casa armado con un cuchillo y un hacha. La madre se despertó, vió al intruso y gritó. La madre primero, y después la hija, fueron apuñaladas y cortadas con el hacha hasta morir.
Pero dos policías escucharon los gritos de la mujer y persiguieron al asesino. Lo capturaron después de un fuerte forcejeo en el que ambos sufrieron heridas con el cuchillo del asesino.
Cinco días después, el yerno de la madre asesinada se despertó de un profundo sueño por la mañana.... Pero dejen que él lo cuente:
“El lunes por la mañana alrededor de las 4 a.m., me desperté de un sueño profundo debido a un sentimiento, que al principio no podía explicar, pero sabía que era Dios queriendo hablarme”.
Era acerca de Jake Bird, el hombre que asesinó a la madre y a la hermana de mi esposa.
Mientras estaba pensando en este hombre que cometió este crimen tan terrible, de alguna manera no podía encontrar hueco para el odio hacia él en mi corazón. Me quedé dándole vueltas al asunto, y finalmente sentí que debía ir a hablar con él.
Se lo mencioné a mi esposa cuando se levantó y me dijo,”bueno, si sientes que lo debes hacer, está bien.
Una semana después del asesinato, el día después del funeral, el yerno confrontó a Jake Bird en la cárcel del condado.
El alguacil se lo presentó, “Jake, este es el yerno de la mujer y su hija con las que acabaste la otra noche. Quiere hablar contigo.”
Vi a Bird empezar a intranquilizarse, porque no sabía lo que yo tenía en mente. Me quedé en mi silla, y mientras lo vi, dije, "Sr. Bird, quiero que sepa que no tengo absolutamente ningún odio por usted o su raza. (Era negro). Dios me dio el privilegio de ser capellán de gente de su raza en el campo McChord, y he aprendido a quererlos mucho. He estado en sus casas, y hemos pasado agradables momentos juntos, por lo que no tengo ningún odio personal hacia usted.
Sin embargo, sí tengo un odio definido por el crimen que cometió, así como Dios tiene odio por ello. No obstante, no he venido a discutir su crimen o lo que pasará, porque estoy seguro que el Estado de Washington se encargará de eso, pero sí estoy preocupado por si usted estará o no listo para conocer al Señor en el momento que tenga que morir”.
A partir de allí, el Espíritu Santo llevó a cabo un milagro, y fluyó felicidad a través de mí, mientras veía que la tensión desaparecía de su mirada. Sentí en su manera de hablar, que estaba entregándose al Espíritu Santo mientras fuimos leyendo verso por verso la palabra de Dios, lo que me corroboró que sin importar cuán grave era su pecado, la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, limpia todos los pecados”.
Después de una charla de tres horas, este apóstol del Perdón se fue sintiendo que Jake Bird se había arrepentido de sus pecados. Unos días después, su convicción fue confirmada por una carta del asesino preso. Él escribió, “Sí, he aceptado a Jesucristo como mi salvador personal y estoy listo para verlo cuando el momento llegue.”
El momento llegó dos años después. Jake Bird dejó entrar a la muerte en la penitenciaria estatal de Walla Walla como respuesta a la llamada del guardia, quien dijo, “Está bien, Jake, llegó la hora”. Llegó sin ayuda a la horca.
Un año después, el capellán habló con el guardia que cuidó a Jake Bird en su celda las últimas ocho horas de su vida. El guardia dijo que había estado con muchas personas condenadas a muerte, y que si alguien había presentado un verdadero cambio, fue Jake Bird. Jake le dijo a él:
“Tú sabes que mucha gente estaría muy nerviosa si supieran que van a morir en algunas horas, pero yo no lo estoy. Voy a estar en casa con mi Señor, entonces no estoy preocupado.” “Después de un tiempo”, el guardia añadió, “el dijo que sentía ganas de cantar, se levantó y caminó hacia uno y otro lado de la celda cantando canciones de Gospel.”
Esta es la historia del asesino perdonado dos veces: perdonado por el pariente de las mujeres asesinadas, y perdonado por Dios.
Dios lo perdonó gracias a Cristo. El señor Jesucristo oró por el perdón de aquellos que lo crucificaron, y por todos los hombres, que en la oración de muerte, dieron elocución a su propósito redentor y la pasión de su corazón. El rezó, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
No solo oró por nuestro perdón, sino que pagó por nuestro perdón sufriendo la pena del pecado por nosotros.
Consecuentemente, “a través de éste Hombre se alcanza el perdón del pecado, y en él es justificado todo aquel que cree”. Hechos 13:38-39.
Es porque Cristo murió por nuestros pecados que Dios nos invita a razonar con Él acerca del perdón:
“Vengan ahora, y razonemos juntos, dijo el Señor, aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán enblanquecidos; si fueran rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías, 1:18.
La fe de Jake Bird en el Señor, y el sacrificio expiatorio de Jesús, removieron la mancha horrible del pecado de sus manos y su alma eterna. Limpio, entró a la presencia de su Dios y Salvador.
La siguiente oración es un ejemplo de lo que puedes hacer mientras te acercas a Dios.
“Padre Celestial. Me entrego a ti confesando que he pecado y he roto tus reglas. Siento haber pecado, y creo que Jesucristo vino a la tierra a morir por mí y mis pecados. Por favor perdóname. Te invito a que entres a mi vida y le doy a Jesucristo el derecho de tomar el control del resto de ella. Por favor, ayúdame a ser lo que Tú quieres que sea. Te agradezco por salvarme y aceptarme, en el nombre de Jesús.” Amen.
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