miércoles, 13 de abril de 2016

Hermoso Día, ¿verdad?

El día empezó muy mal. Me quedé dormida y llegué tarde al trabajo.
Luego, todo lo que sucedió en la oficina contribuyó a mi ataque de nervios. Cuando llegué a la parada del autobús en mi regreso a casa, tenía un gran nudo en el estómago.
Como de costumbre, el autobús llegó tarde… y atestado. Tuve que ir de pie en el pasillo. Mientras el tambaleante vehículo me lanzaba en todas direcciones, mi depresión se hacía más y más profunda.
Entonces escuché una voz grave que salía del frente:
-Hermoso día, ¿verdad?
Debido a la aglomeración de público, no podía ver al hombre, pero podía escucharlo mientras seguía comentando el panorama primaveral, llamando la atención hacia cada punto importante que avistaba: esta iglesia, ese parque, aquel cementerio, la estación de bomberos...
Pronto todos los pasajeros estaban mirando por las ventanillas. El entusiasmo del hombre era tan contagioso que me sorprendí sonriendo por primera vez ese día. Llegamos a mi parada. Al volverme hacia la puerta, eché un vistazo a nuestro “guía”: una figura regordeta con una barba oscura, que usaba espejuelos oscuros y llevaba un delgado bastón blanco.
Salmo 118:24
Este es el día que hizo Señor; nos gozaremos y alegraremos en él.

Salmo 145:2
Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.

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