Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?… Mis enemigos me afrentan diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? Salmo 42:3,10
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Romanos 12:14
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Romanos 12:14
¿Quién hace hoy una pregunta así? Quizás un joven que se burla o maltrata a otro por ser cristiano, tal vez un preso que comparte celda con un cristiano encarcelado por su fe… ¡Cuánto sufre el que es perseguido sin motivo todo el día! ¡Qué sufrimiento interior! ¿Y qué debe hacer, callarse?... Solo el Señor puede guiar al creyente en medio de la adversidad mostrándole lo que debe decir (Lucas 12:12). ¿Dónde está mi Dios? Muy cerca de mí cuando soporto la hostilidad, la injusticia, el odio… Porque el ataque no está dirigido contra el creyente, sino contra Dios mismo. Si se mantiene firme en la fe, si no cede bajo la presión, el que es perseguido muestra que Dios está vivo y sostiene a sus hijos. Así, con o sin palabras, el Evangelio es anunciado en ese lugar de prueba.
Jesús soportó todo tipo de afrentas. Los que lo golpeaban le tapaban los ojos y le decían: “Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?” (Lucas 22:64). Otros decían: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mateo 27:40). Pero el Señor permaneció firme, cumplió su misión y padeció la crucifixión. Allí cargó con nuestros pecados y glorificó a Dios. Ahora está en el cielo, donde intercede por los que lo siguen y lo tienen como modelo. También ora por los que sienten que sus fuerzas flaquean. De nuestro lado, humildemente nuestra oración sube hacia Dios:
"Sé que puedes liberarme, o permitir que siga en la prueba, pero ayúdame a no negar tu nombre".
Jesús soportó todo tipo de afrentas. Los que lo golpeaban le tapaban los ojos y le decían: “Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?” (Lucas 22:64). Otros decían: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mateo 27:40). Pero el Señor permaneció firme, cumplió su misión y padeció la crucifixión. Allí cargó con nuestros pecados y glorificó a Dios. Ahora está en el cielo, donde intercede por los que lo siguen y lo tienen como modelo. También ora por los que sienten que sus fuerzas flaquean. De nuestro lado, humildemente nuestra oración sube hacia Dios:
"Sé que puedes liberarme, o permitir que siga en la prueba, pero ayúdame a no negar tu nombre".
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