domingo, 13 de marzo de 2016

El rescate de la condición original

El hombre, en su inmensa arrogancia, abriga junto a la ciencia su terquedad de corazón. 
Somos hechos a imagen y semejanza de nuestro Padre, pero recuerden, hermanos, que somos una copia imperfecta y finita de algo inconmensurable, infinito, inigualable, y sin embargo, intrascendental por nuestra parte. Son precisamente las cualidades del Padre las que anhelan los hombres, con su espíritu rebelde. Quieren sus cualidades, sí, pero no cumplen sus mandamientos.
Queremos llegar a la inmortalidad matando, llegar a la sabiduría ocultando, llegar a los cielos aunque para ello tengamos que quemar la tierra. Este es el camino por donde anda transitando una gran parte de nuestros congéneres. 
Vemos y valoramos, en esta época, cómo la ciencia es el arma empleada por los hombres, pero la ciencia aniquila, disminuye, empobrece, resta. Aquí nada es dado a cambio de nada, todo tiene un precio, pero el día que el hombre acepte la palabra del Padre, cuando la historia sea consumada, cuando sea la hora del fin de las cosas, aquellos que prevalecerán, serán los que han andado por el camino recto sin sentarse a descansar aunque sus pies estén agrietados; prevalecerán los que así hayan sido. Verán, reconocerán, admirarán, y entonces dirán: la Gloria de Dios es abundante, compensadora y suficiente, fuera de ella todo carece de fundamento.

El Padre Celestial creó al hombre y a la mujer para que multiplicaran la humanidad, la más preciada de sus obras, para que se multiplicaran en número al amparo de su Gloria por toda la eternidad. Este fue y sigue siendo el objetivo del Padre para nosotros.
¡Oh padre tan misericordioso, tan magnánimo!, que creas pero creas con libertad, que no pides nada a cambio de la vida que das, no pides nada por los dones que regalas, el bien solo en el bien se sustenta.
Pero el pecado original corrompió a la humanidad, transformó la conciencia del hombre, la hizo imperfecta para el completo plan Divino; pecado que hace que el hombre se vea en la necesidad de buscar amor afanosamente en el mundo, cuando su Padre es inmensamente rico e inmensamente amoroso en los Cielos. Pero el hijo tiene que aprender a valorar las riquezas para que el padre pueda entregárselas, pues de lo contrario tendrá que continuar afanándose en el mundo para aspirar a lo que, por derecho de nacimiento le correspondía, y que, sin embargo, ahora tiene que ganárselo demostrando su amor y respeto al Padre, y sustentar la Fe de que el Padre depositara riquezas inagotables en favor suyo. Intención del Padre, demostrada mediante el sacrificio de su amado Hijo Jesús en favor de los hombres.
Pongamos nuestro corazón en Cristo. Él está ahí para revelarnos su misterio, su amor y su gloria. Seamos salvos por el mero hecho de creer y de llevar la dulce carga de la corrección de lo dañado; restauremos nuestra condición de nacimiento. Crean hermanos, crean y tengan Fe, podrán ver a Dios un día, podrán convivir con ÉL, se agotará el sufrimiento, conocerán el fundamento y el propósito mismo de nuestra existencia, propósito y fundamento que comienza aquí, en la tierra. Aquí en su ser, comienza con su relación amorosa con el Padre, relación que se transforma en obras de bien y entonces usted estará gozoso de ser un árbol que da buen fruto de vida.
Amén.
 

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