El hombre, en su inmensa arrogancia, abriga junto a la ciencia su terquedad de
corazón.
Somos hechos a imagen y semejanza de nuestro Padre, pero recuerden,
hermanos, que somos una copia imperfecta y finita de algo inconmensurable,
infinito, inigualable, y sin embargo, intrascendental por nuestra parte.
Son precisamente las cualidades del Padre las que anhelan los hombres, con
su espíritu rebelde. Quieren sus cualidades, sí, pero no cumplen sus
mandamientos.
Queremos llegar a la inmortalidad matando, llegar a la sabiduría ocultando,
llegar a los cielos aunque para ello tengamos que quemar la tierra. Este
es el camino por donde anda transitando una gran parte de nuestros
congéneres.
Vemos y valoramos, en esta época, cómo la ciencia es el arma
empleada por los hombres, pero la ciencia aniquila, disminuye, empobrece,
resta. Aquí nada es dado a cambio de nada, todo tiene un precio, pero
el día que el hombre acepte la palabra del Padre, cuando la historia
sea consumada, cuando sea la hora del fin de las cosas, aquellos que
prevalecerán, serán los que han andado por el camino recto sin
sentarse a descansar aunque sus pies estén agrietados; prevalecerán los que así hayan
sido. Verán, reconocerán, admirarán, y entonces dirán: la Gloria de Dios
es abundante, compensadora y suficiente, fuera de ella todo carece de
fundamento.
El Padre Celestial creó al hombre y a la mujer para que multiplicaran la
humanidad, la más preciada de sus obras, para que se multiplicaran en número al amparo de su Gloria por toda la eternidad. Este fue y sigue siendo el
objetivo del Padre para nosotros.
¡Oh padre tan misericordioso, tan
magnánimo!, que creas pero creas con libertad, que no pides nada a cambio de la
vida que das, no pides nada por los dones que regalas, el bien solo en el bien
se sustenta.
Pero el pecado original corrompió a la humanidad, transformó la conciencia
del hombre, la hizo imperfecta para el completo plan Divino; pecado que hace
que el hombre se vea en la necesidad de buscar amor afanosamente en
el mundo, cuando su Padre es inmensamente rico e inmensamente amoroso en los
Cielos. Pero el hijo tiene que aprender a valorar las riquezas para que el
padre pueda entregárselas, pues de lo contrario tendrá que continuar afanándose
en el mundo para aspirar a lo que, por derecho de nacimiento le
correspondía, y que, sin embargo, ahora tiene que ganárselo demostrando su amor y respeto al
Padre, y sustentar la Fe de que el Padre depositara riquezas inagotables en
favor suyo. Intención del Padre, demostrada mediante el sacrificio de su amado
Hijo Jesús en favor de los hombres.
Pongamos nuestro corazón en Cristo. Él está ahí para revelarnos su
misterio, su amor y su gloria. Seamos salvos por el mero hecho de creer y de
llevar la dulce carga de la corrección de lo dañado; restauremos nuestra
condición de nacimiento. Crean hermanos, crean y tengan Fe, podrán ver a
Dios un día, podrán convivir con ÉL, se agotará el sufrimiento, conocerán
el fundamento y el propósito mismo de nuestra existencia, propósito y
fundamento que comienza aquí, en la tierra. Aquí en su ser, comienza con su
relación amorosa con el Padre, relación que se transforma en obras de bien y
entonces usted estará gozoso de ser un árbol que da buen fruto de vida.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario