martes, 5 de enero de 2016

Solo Hechos

Hubo una vez un hombre indigente, al que John Wesley calificó de miserable y profesaba poco respeto hacia él. Se sentía superior a ese hombre y en una ocasión, en la que aportó muy poco a la respetable organización de caridad a la que ayudaba, Wesley lo criticó abiertamente.
No mucho tiempo después, el caballero visitó a Wesley. Este último quedó sorprendido al escuchar a aquel hombre, a quien había catalogado como tacaño, y que ya durante varias semanas venía subsistiendo con lo imprescindible. Le contó que tiempo atrás contrajo grandes deudas, pero desde su conversión decidió pagar hasta el último céntimo a sus acreedores. También le explicó que por ello, no compraba nada para su satisfacción personal y gastaba solo en lo más elemental.
Cristo me ha convertido en un hombre honesto, dijo, y por tener que afrontar muchos compromisos, puedo dar  muy pocas ofrendas adicionales al diezmo. Tengo que saldar cualquier responsabilidad con mis vecinos y amigos, y mostrarles que la gracia de Dios puede obrar en el corazón de cualquier hombre, un hombre como yo, que una vez fue deshonesto.
Entonces Wesley ofreció disculpas a aquel hombre, cuando éste le pidió perdón.

Es fácil encontrar faltas en otros, cuando no conocemos las circunstancias o motivos que fomentaron sus actos. También es impresionante cómo unos pocos sucesos pueden alterar para siempre nuestra percepción de una situación. Cuando nos sintamos inclinados a juzgar, será un buen momento para suplicar a Dios la sabiduría y paciencia para entender las acciones ajenas.
Proverbios 11:12
El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio.

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