Un padre que se había separado de su esposa y sus hijos enfrentando un divorcio, consumido en su tristeza porque no quería separarse de su familia, le preguntó al pastor de su iglesia: -¿Cómo hago para sacarle el mejor partido a la vida? El pastor le respondió:
La vida es un paréntesis en la eternidad, y mientras estamos en esta tierra, es necesario vivirla con la mayor pasión. De cada uno depende que se goce en el primer tiempo, en el segundo tiempo que se luche, y se dé todo en el tercero. Y si algo falta por alcanzar, se defina en los tiros de penalti. Después de esta reflexión, el pastor le contó la siguiente historia:
PARÁBOLA DEL PENALTI QUE MARCÓ LA DIFERENCIA
Cierto día se encontraban dos equipos compitiendo en la final de un mundial de fútbol en Israel en el año 33. Se jugó el primer tiempo. Un partido muy difícil, pero todo ayudó para bien. Después de que el balón se enredara en un costado de la red, Pedro saca de esquina, se la pasa a Andrés, este a Jacobo y Juan, que apareciendo de improviso, de cabezazo anota el primer gol.
El segundo fue una jugada del delantero Felipe quien, con astucia y decisión, le hace un pase a Natanaél; éste sin creer que era la oportunidad de su vida, pone el pecho, empuja el balón y anota el segundo tanto.
Pasan al segundo tiempo con el marcador 2 a 0. Llega Judas del equipo contrario, a los 33 minutos, y anota uno. La presión comenzó a sentirse, todos estaban desconcertados. Después de 3 minutos del gol de Judas, cuando todo se creía ganado, llega Pedro se confunde de portería y anota un autogol. Nunca se imaginaron que esto pudiese pasar. Llegó el tiempo complementario. Toda la tribuna estaba en silencio, y entre los jugadores había varias reacciones: Unos con miedo, otros pidieron el cambio, Judas pidió el cambio. El tiempo complementario se cierra con un empate y sucede lo esperado. El partido se definiría con el tiro de penaltis.
La victoria final, con un marcador de 5 a 3 la obtiene el equipo de Pedro. Los retadores del equipo contrario aunque marcaron tres tantos, Caifás que se acogió a la mentira, Pilatos indiferente y Judas con traición, no fueron suficientes para derribar a los vencedores.
El padre, muy atento a esta parábola, le preguntó al pastor -¿Qué marcó la diferencia para los vencedores?, y el pastor le respondió:
Felipe marco el primer penalti con compromiso, siempre sirvió con devoción. Natanael marco el segundo con confianza, creyó que podía lograrlo. El tercero, de Jacobo; el cuarto de Juan, ambos marcados con capacidad y fidelidad, sabían quién era su capitán y estaban con él desde el principio. Y finalmente, el que marcó la diferencia: ¡Pedro!
-¿Pedro? Preguntó el padre asombrado (porque se identificaba con este jugador).
-Sí, ¡Pedro!, afirmó el Pastor. Porque marcó en su mejor tiro con arrepentimiento, con la responsabilidad de corregir su error de aquel autogol que había llevado a alargar este partido. Por su gol fueron los vencedores.
La forma más sencilla de sacarle el mejor partido a la vida, es teniendo una actitud de convicción de pecado y arrepentimiento en todo tiempo. Si Pedro no lo hubiese hecho, si se hubiese sentido derrotado y dejado consumir en la tristeza después de aquel autogol, no hubiese podido marcar la diferencia.
Independientemente de las circunstancias que nos rodeen, de las equivocaciones que cometamos, si nos arrepentimos en el tiempo justo, le sacaremos el mejor partido a la vida. Concluyó el pastor.
“Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.” 2 Corintios 7:9-10
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