martes, 19 de enero de 2016

El encuentro de tu vida

LUCAS 15:32 “Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.”
Son populares los programas de televisión en los que vemos a personas buscando a otros, sean familiares, amigos de la infancia, o alguien importante de su pasado. Buscan con ansia, porque saben que encontrar a quien han perdido les devolverá la alegría, y hasta incluso les traerá respuestas a preguntas que durante muchos años no han podido contestar.
022-prodigal-sonLa parábola del hijo pródigo nos recuerda una realidad similar. El padre, que había esperado con ansia el regreso de su hijo, ahora celebra que finalmente volvió al hogar.
El motivo para la celebración en este pasaje bíblico, se explica con dos imágenes pasadas muy evidentes y poderosas: la muerte y la perdición. Son dos realidades que se contraponen al resultado final, donde se muestra un cambio enorme en la vida de una persona: resurrección y reencuentro.
Pero no se trata de un relato más o de una historia solo para niños. Porque para entender el valor de la parábola es necesario que cada uno de nosotros se ponga en la piel del hijo. Ese joven que estaba perdido y muerto en sus delitos y pecados, como somos cada uno de nosotros, y cualquier ser humano alejado y renegado contra DIOS. Su realidad es la condenación.
Una vez maduros, el Padre Celestial nos busca y encuentra: para eso envía a Su propio hijo Jesús. Jesús trae luz al mundo; Su presencia nos muestra el camino de la salvación, ÉL es nuestra vida. Tal regalo de amor y cuidado quita de nosotros toda sombra de duda.
Ahora estamos en Cristo y llenos de gratitud en nuestros corazones. Nos alegramos, porque estando en Su presencia anticipamos la celebración eterna, que será el gran encuentro de todo Su pueblo frente al trono glorioso del DIOS Trino.
Amado Salvador, te damos infinitas gracias pues nos buscas y rescatas para que, con alegría, celebremos tu salvación. Por Cristo Jesús. Amén.
LUCAS 15:11-32 – PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos, 12 y el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14 Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar necesidad. 15 Entonces fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos. 16 Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17 Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’” 20 Entonces se levantó y fue a su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó. 21 El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” 22 Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad el mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies. 23 Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta, 24 porque éste, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado.” Y comenzaron a regocijarse.25 El hijo mayor estaba en el campo. Al regresar, cerca ya de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello. 27 El criado le dijo: “Tu hermano ha regresado y tu padre ha hecho matar el becerro gordo por haberlo recibido bueno y sano.” 28 Entonces se enojó y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrara. 29 Pero él, respondiendo, dijo al padre: “Tantos años hace que te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.”31 Él entonces le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. 32 Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.”

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