martes, 26 de enero de 2016

¿Cuándo llegará el día de mi buena suerte?

Muchos se han hecho esta pregunta en algún momento de su vida: ¿Cuándo llegará el día de mi buena suerte? Parece que Dios la tiene tomada conmigo, pues hay gente que no lo conoce y le va mejor que a mí. Todo lo que alcanzo a ver son problemas y más problemas desde que me levanto hasta que me voy a dormir. ¿Quién puede ayudarme? Si tan solo tuviera un día bueno, una oportunidad...
¡Eso que te dices son mentiras!, y son esas mentiras las que no te dejan disfrutar del maravilloso día que Dios te da. Cada día es una nueva oportunidad para sentirte agradecido de que tienes vida. Recuerda lo que dijo el salmista David: Hagamos fiesta en este día, porque en un día como éste Dios actuó en nuestro favor. Salmo 118:24 (BLS)
Es probable que todos los días no sean maravillosos, pero si usted mantiene una actitud positiva, seguro que va a mejorar. Créalo que funciona, no tiene sentido tener una actitud negativa ni se consigue nada con ella, por lo que es mejor buscar lo bello de la vida y buscar la oportunidad de gozarse.
La oportunidad toca hoy a tu puerta. Puede ser que te encuentres atrapado en una mala relación, en un problema de adicción, depresión, ansiedad, quizás tengas problemas familiares, de salud o económicos; en fin, son muchos los problemas en los que la gente suele encontrarse y muchas veces no saben como salir. Si te sientes identificado con la desesperanza y no puedes cantar en medio de la tormenta, si piensas que tus días se te están acabando, piensa en esta impactante historia:
Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran casa, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero. Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos. Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.
Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyeran un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito:”Para que nunca desprecies las palabras de tu padre”
Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó hasta el establo y le dijo: Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya tú te encargarás de todo lo que es mío… Y yo sé cuál será tu futuro. Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos. Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas nada, tus amigos se apartarán de ti. Solo entonces, te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Por esto construí esta horca. Es para ti. Quiero que me prometas que si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.
El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero para no contradecir a su padre le prometió que así lo haría, pensando que eso jamás sucedería.
El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, y así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad. Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir: ¡Ah!, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde.
Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allí y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó: Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero al menos esta vez haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…
Entonces, subió los escalones, se colocó la cuerda en el cuello y pensó: ¡Ah!, si yo tuviese una nueva oportunidad…
Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin.
Sin embargo, el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente, cayendo el joven al suelo. Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes… La horca estaba llena de piedras preciosas. Y entre lo que cayó encontró una nota. En ella estaba escrito:
“Esta es tu nueva oportunidad. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre”


¡Cuántas veces cometemos el error de despreciar la Palabra de nuestro Padre! ¡Cuántas veces clamamos a Dios por una nueva oportunidad! ¿Será que pensamos que las oportunidades tienen que venir con todos nuestros problemas resueltos? ¿No será, por el contrario, que la oportunidad puede asemejarse a esta horca llena de piedras preciosas que muchos no considerarían? La horca representa el fracaso, las crisis, los problemas, pero también la victoria, el éxito y las oportunidades. Tú puedes sacar de los problemas las mejores enseñanzas de tu vida, busca en ellos oportunidades de aprendizaje que te conduzcan al éxito que buscas en tu relación, matrimonio, carrera o trabajo.
La oportunidad surge cuando tú tienes el poder de aprovecharla, si no no viene.
Hoy en día disfrutamos de inventos como la bombilla eléctrica en el caso de Thomas A. Edison, o el teléfono en el caso de Alexander Graham Bell, que nos resultan más que obvios en cuanto a su oportunidad de ser exitosos. Pero en algún momento no existieron. En ese vacío, ellos vieron una oportunidad… y la aprovecharon, y podemos disfrutar de ello.
Recuerda que las oportunidades llegan a nosotros cada día, no “las grandes oportunidades”, sino que cada día que vives es un día de suerte, es un día de gracia y favor, es la oportunidad para cambiar, para amar y perdonar, ¿Por qué esperar a que otros cambien, a que otros te amen y te pidan perdón? El cambio empieza en uno mismo.
Hoy tú tienes la oportunidad de comenzar de nuevo, de crear oportunidades para otros, de bendecir muchas vidas con el gozo que Dios ha puesto en ti. No hagas de tu vida una tragedia, levántate y haz que tu luz brille con mucha intensidad. Aprovecha la oportunidad de vivir y verás que tu suerte cambiará. 
Señor, enséñanos a atender tu Palabra y a ver la oportunidad que Tú nos das de vivir para bendecir a otros. Amén.


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