El solemne y sagrado mensaje de amonestación debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecaminosas, en todo lugar donde no haya brillado todavía la luz del gran mensaje. Todos han de oír la última invitación a la cena de bodas del Cordero. De pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad, de país a país, debe irse proclamando el mensaje de la verdad, no con ostentación externa, sino en el poder del Espíritu.
El mensaje del poder renovador de la gracia de Dios será proclamado a todo país y clima, hasta que la verdad circunde el mundo. Entre los que sean sellados habrá quienes vendrán de toda nación, tribu, lengua y pueblo. De todo país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del trono de Dios y del Cordero exclamando: “La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Apocalipsis 7:10
Todo el mundo debe ser iluminado con la gloria de la verdad de Dios. La luz debe brillar en todos los países y para todas las gentes. Y el brillo de la luz debe proceder de los que la han aceptado. La estrella de la mañana se ha levantado delante de nosotros, y debemos hacer brillar su luz en los senderos de los que viven en tinieblas.
Estamos a un paso de una crisis. Mediante el poder del Espíritu Santo, debemos proclamar ahora las grandes verdades para estos últimos días. No pasará mucho tiempo hasta que todos hayan oído la amonestación y hecho su decisión. Entonces vendrá el fin.
La verdad, contenida en los mensajes de los ángeles, debe ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo; debe iluminar las tinieblas de todo continente y extenderse hasta las islas de la mar. No debe dejarse dilatar esta obra de gran importancia.
Nuestro santo y seña debe ser: ¡Adelante, siempre adelante! Los ángeles de Dios irán delante de nosotros para prepararnos el camino. No podemos dejar de preocuparnos por las regiones lejanas.
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