Pensando él en esta, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo, José hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. (Mateo 1: 20)
José y María estaban desposados. Los desposorios, entonces, eran un compromiso formal, previo al matrimonio en el que, aunque no habitaban juntos todavía, se consideraban tan ligados entre sí que se les llamaba marido y mujer, debiendo, para deshacer el desposorio, repudiar con carta de divorcio como si se tratase de cónyuges. Un tiempo después del desposorio, el marido llevaba solemnemente a la novia a su casa y el matrimonio se consideraba consumado. En el caso de José y María, lo que posiblemente ocurrió fue que después de tres meses de estancia de María en casa de Elisabeth, José quiso llevarla a su morada y descubrió entonces aquel sorprendente embarazo.
Su primera actitud fue de perplejidad ante dos deberes contradictorios: por una parte, no podía casarse con María no sabiendo o no creyendo el origen del embarazo; pero, por otra, la pureza, el candor, las explicaciones y las lágrimas de su prometida, no le permitían exponerla a la ignominia y menos aún al rigor de la Ley. Así que decidió separarse de ella secretamente, sin indicar la causa, lo cual implicaba que tendría que llevar con María parte del oprobio. Pero Dios conocía las intenciones de José y tenía otro plan: el ángel revelaría a este buen hombre la realidad de lo que había ocurrido y le pediría que aceptase el plan divino con todas sus consecuencias. Y José, confiando en la justa y sabia providencia, renunciando a cualquier defensa de su honor como esposo de María, aceptó e hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer (Mateo 1: 24).
Jesús creció en Nazaret rodeado de amigos y vecinos. Sin embargo, cuando llegó el tiempo de iniciar su ministerio y llevar a cabo milagros y maravillas, así como exponer poderosamente las Escrituras, aquellos que lo habían visto crecer se preguntaban con asombro: ¿No es este el hijo del carpintero? (Mateo 13: 55). José aceptó ser el padre adoptivo de Jesús. No solamente desempeñó este papel en las escenas de la Navidad, sino a lo largo del resto de su vida.Su primera actitud fue de perplejidad ante dos deberes contradictorios: por una parte, no podía casarse con María no sabiendo o no creyendo el origen del embarazo; pero, por otra, la pureza, el candor, las explicaciones y las lágrimas de su prometida, no le permitían exponerla a la ignominia y menos aún al rigor de la Ley. Así que decidió separarse de ella secretamente, sin indicar la causa, lo cual implicaba que tendría que llevar con María parte del oprobio. Pero Dios conocía las intenciones de José y tenía otro plan: el ángel revelaría a este buen hombre la realidad de lo que había ocurrido y le pediría que aceptase el plan divino con todas sus consecuencias. Y José, confiando en la justa y sabia providencia, renunciando a cualquier defensa de su honor como esposo de María, aceptó e hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer (Mateo 1: 24).
Pero hay un Dios en los cielos… aun cuando no entendamos la voluntad de Dios y cuando sus indicaciones resulten aparentemente incomprensibles, confía hoy en su Palabra. Recuerda las palabras que Jesús dijo a Pedro: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, pero lo entenderás después (Juan 13: 7).
No hay comentarios:
Publicar un comentario