“Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino: una será tomada y la otra será dejada” (Mateo 24:40, 41).
Un día me enteré que dos estudiantes de nuestro colegio habían visitado una discoteca y fumado un porro. El hecho era grave porque casi todos los que viven el horror de la drogadicción comienzan fumando inocentemente hierba. A pesar de todo, antes de comunicarles a los padres lo sucedido, los llamé a mi despacho y les propuse un pacto “entre caballeros”. Yo no diría nada a sus padres, y el hecho quedaría entre nosotros, si ellos se comprometían delante de Dios a no frecuentar jamás un lugar así, ni volver a fumar marihuana. Sin titubeos, ambos aceptaron. Oramos y nos separamos. ¿Qué pasó después? Uno de ellos acabó el año escolar en el colegio, se graduó años más tarde como pastor y ha tenido hasta hoy un ministerio bendecido por el Señor. El otro, a los pocos días, tuvo que dejar la institución y regresar con su madre, que pagaba sus gastos escolares trabajando largas noches de costurera. Me seguí interesando por él, hablaba frecuentemente con la madre, pero terminó dejando de asistir a la iglesia.
Cuando Cristo vuelva a este mundo, el destino de cada uno quedará sellado por la eternidad. El texto dice: “Uno será tomado y el otro será dejado”. ¿Será arbitraria la gracia divina que salvará a uno y condenará a otro? ¿Es Dios injusto con el destino de los hombres? ¡No! Dios quiere que todos los hombres sean salvos y nos perdona mil veces nuestros desvíos, pero la salvación no se impone ni se vende, sino que se ofrece gratuitamente. Son el libre albedrío humano, las respuestas responsables a las posibilidades ofrecidas por el cielo, el compromiso personal en el proceso de la salvación y su dependencia de Dios, los que determinan su suerte y destino.
Comentando el caso de Esaú y Jacob, Elena de White, autora cristiana estadounidense, dice: “No hubo una elección arbitraria por parte de Dios, por la cual Esaú fuera excluido de las bendiciones de la salvación. Los dones de la gracia de Cristo son gratuitos para todos. No hay elección, excepto la propia, por la cual alguien haya de perecer. Las medidas tomadas para la redención se ofrecen gratuitamente, pero los resultados de la redención son únicamente para los que hayan cumplido las condiciones”.
Dios ha puesto todas las condiciones para transformar tu vida, superar tus adversidades y brindarte la salvación. Pero la decisión de aceptar sus bendiciones es tuya.
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