Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor… (Colosenses 3:23).
Ahora me doy cuenta de que la mayor parte de la vida se trata de eso: repeticiones; cosas aburridas, monótonas y deslucidas que hacemos una y otra vez. El filósofo Kierkegaard afirmó: La repetición es tan común y necesaria como el pan. Y agregó: Es el pan que satisface con bendición.
Se trata de enfrentar cada obligación (no importando cuán rutinaria, humilde o trivial sea) y pedirle a Dios que la bendiga y la utilice para sus propósitos. De este modo, las rutinas de la vida se convierten en una labor sagrada y con consecuencias invisibles y eternas.
Se trata de enfrentar cada obligación (no importando cuán rutinaria, humilde o trivial sea) y pedirle a Dios que la bendiga y la utilice para sus propósitos. De este modo, las rutinas de la vida se convierten en una labor sagrada y con consecuencias invisibles y eternas.
El poeta Gerard M. Hopkins declaró: Elevar las manos en oración glorifica a Dios, pero también lo hace un hombre con una herramienta en la mano y una mujer con un balde si esa es su intención.
Si lo que hacemos es para Cristo, las tareas más rutinarias serán significativas y nos darán gozo.
Señor, haz que te veamos con nuestra rutina diaria.
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