sábado, 14 de noviembre de 2015

El Verdadero Constructor

Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Salmo 127:1
En una ocasión visitaba el hogar de una familia apreciada por mí. Con satisfacción, me mostraron el álbum de fotos de la boda de su hijo que se había casado no hacía mucho. Era un álbum grueso, con fotos bellísimas, dignas de publicar en alguna revista. Sin duda habían sido tomadas por un fotógrafo profesional. Los novios lucían hermosos y elegantes; y la sonrisa de sus rostros indicaba la felicidad que sentían. Mientras las miraba, no podía dejar de hacer una comparación mental con la sencillez de las fotos de mi boda, muchas en blanco y negro, tomadas por un amigo con poca experiencia aunque muy buena voluntad.

Pero esas hermosas fotos no sirvieron de mucho, pues al poco tiempo la pareja se divorció, un drama cada vez más común.

Cuando esto ocurre, no falta alguien que diga: “Oh, es que con el carácter que ella tiene…”. O algún otro que opina: “Es que él anteponía el trabajo a su familia”. O nos enteramos de que hubo una infidelidad.

Estos u otros argumentos no parecen suficientes para expresar la tragedia y el dolor de un matrimonio roto. La razón que podemos comprender más y mejor, es la que dio Jesús cuando dijo: “Un enemigo ha hecho esto” ” Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Mateo 13; 28-29 Sin saberlo, mientras dormimos Satanás está trabajando. 

Sin embargo, Dios sigue siendo el Creador, Arquitecto y Constructor de la familia. Tener una relación con Él y escuchar su voz es vital. Los padres de la raza humana cayeron por hacer caso a la voz de una serpiente en vez de a la voz de Dios.

¿Está enferma tu relación? El Señor puede sanarla. ¿Escasean tus recursos? El Señor es tu proveedor. ¿Te falta dirección? El Señor es tu guía. ¿Estás en aprietos? El Señor es tu socorro. ¿Te sientes estresado o solo? El Señor es tu fortaleza en los tiempos de angustia.

Si deseas preservar tu matrimonio y tu hogar, comienza por entregarle a Dios tu vida, la de tu cónyuge y la de tus hijos. Tú no los podrás cambiar, pero Dios sí puede. No trates de hacerlo solo; ¡el que edifica la casa es Jehová!

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