martes, 22 de septiembre de 2015

Comienzan a caer las siete últimas plagas

Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Apocalipsis 16:1.
Cuando Cristo deje de interceder en el santuario, se derramará la ira de Dios, con la que son amenazados los que adoran a la bestia y a su imagen, y reciben su marca. Apocalipsis 14:9, 10. Las plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba por liberar a Israel, fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos que caerán sobre el mundo, inmediatamente antes de la liberación final del pueblo de Dios. 
En el Apocalipsis se lee lo siguiente, con referencia a esas mismas plagas tan temibles: “Vino una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia y sobre los que adoraban su imagen”. El mar se convirtió en sangre como de un muerto; y toda alma viviente fue muerta en el mar. También los ríos, y… las fuentes de las aguas,… se convirtieron en sangre. Por terribles que sean estos castigos, la justicia de Dios está plenamente vindicada. El ángel de Dios declara: “Justo eres tú, oh Señor,… porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen”. Apocalipsis 16:2-6. Al condenar a muerte al pueblo de Dios, los que lo hicieron son culpables de su sangre, como si la hubiesen derramado con sus propias manos…

En la plaga que sigue, se le da poder al sol para “quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande calor”. Apocalipsis 16:8, 9.
Estas plagas no serán universales, pues de lo contrario los habitantes de la tierra serían enteramente destruidos. Sin embargo, serán los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres. Todos los juicios que cayeron sobre los hombres antes del fin del tiempo de gracia fueron mitigados con misericordia. La sangre propiciatoria de Cristo impidió que el pecador recibiese el pleno castigo de su culpa; pero en el juicio final la ira de Dios se derramará sin mezcla con misericordia.

Los dardos de la ira de Dios pronto han de caer, y cuando Él comience a castigar a los transgresores no habrá ningún período de respiro hasta el fin.


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