Sofía se veía muy inquieta y asustada,... me comentó que últimamente se estaba sintiendo prisionera de sus pensamientos. La semana anterior, un hombre drogado portando una pistola, había entrado a su tienda y la había asaltado. Después de hacer la denuncia correspondiente, la policía dio con el ladrón.
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Durante los días siguientes pasamos mucho tiempo hablando del Evangelio. Ella tenía una gran necesidad de aprender sobre las verdades eternas, se compró una Biblia, comenzó a leerla, y cada duda que tenía sobre algún pasaje me la planteaba. Yo, como es obvio, apasionado del tema, con gusto le explicaba lo que sabía. Al final la citaron para declarar contra el agresor, a quien más tarde el juez sentenció a varios años de prisión, y también en ese tiempo, sus amenazadores amigos dejaron de molestarla. Gracias a Dios, la vida de Sofia poco a poco regresaba a la normalidad. Luego, por motivos vinculados directamente con mi trabajo, tuve que retornar a mi pueblo natal ubicado al este del país. Con algo de tristeza, me despedí de mi amiga de la tienda, no sin antes recordarle que comenzase a buscar una iglesia cristiana para congregarse, un lugar donde rodearse de verdaderos creyentes que la sostuvieran cuando su fe estuviera débil.
Unos meses mas tarde...
Dos días atrás, regresaba desde la capital del país rumbo a mi casa, y pasé a solo cuatro kilómetros de su ciudad. Aunque me sentía bastante cansado, no pude evitar llegar hasta su tienda. Hacía casi siete meses que no sabía nada de Sofía, tenía ganas de volverla a ver, y de saber como marchaba su relación con Dios.
Finalmente llegué a su pequeño pero surtido local de venta de ropa deportiva, y apenas nos vimos nos saludamos amistosamente. Después de charlar unos minutos sobre cosas de la vida, le pregunté:
- "Sofia, ¿te estás congregando en una iglesia con otros cristianos?" Me contestó que de vez en cuando asistía a un templo, en el que aunque no enseñaban que Cristo fue el Creador, era un buen lugar. Aunque no es la clase de iglesia que yo le aconsejé, también se hablaba de Dios y eso era lo más importante, y le dije:
- "Amiga.. ¿recuerdas que muchas veces te alerté que tuvieras cuidado, pues el diablo usa mentiras para disfrazar la verdad? Pues a esto me refería, la verdad está en La Biblia y allí dice que por Él y para Él fueron creadas toda las cosas" (Colosenses 1:16).
- (Sofía) "No me convence lo que dices, pues de ser así los millones de hombres que forman parte de religiones no cristianas estarían siendo engañados por el Diablo; no lo creo, pues todos ellos creen en Dios. Además, lo he pensado bien, no quiero convertirme en una fanática religiosa".
- "Pero dime.. ¿aún lees la Biblia y oras?"
- (Sofia) "Sinceramente, tengo mucho trabajo en la tienda y casi no tengo tiempo de leer nada, y ¿orar?, ¿para qué? Dios sabe lo que necesito, no quiero molestarlo con mis tonterías, yo estoy bien. Además, Él debe estar muy ocupado contestando las oraciones de esos pobres niños que tienen hambre, a propósito... ¿los escucha?" Y cambió de tema... Comenzó a contarme que su negocio funcionaba mejor que nunca, y que estaba contenta pues hizo un contrato con una marca importante para vender sus productos, y que si todo seguía así pensaba ampliar el local. Minutos más tarde nos despedimos. Salí de allí con una sensación bastante desagradable, sentí en mi corazón, que el diablo había robado la semilla que un día Dios plantó en ella.
Definitivamente, esta no fue la charla que yo esperaba tener con Sofía. En cierto modo, ella había sido como una hija espiritual para mi, y mientras conducía de regreso a casa, me sobrevino algo de nostalgia al recordar a aquella chica humilde y agradable que anhelaba conocer más y más de Dios. Hoy había conocido a otra Sofía, alguien sin problemas aparentes, con su vida mundana resuelta, una mujer que se sentía libre y segura en su verdad, pero un tanto fría, soberbia, cerrada a las cosas de Dios, y que hasta se atrevía a cuestionarlo usando ironías.
Cuán desagradecidos podemos llegar a ser los humanos que, estando presos, prometemos fidelidad eterna a aquel que nos libere, pero en el momento de recibir la libertad nos olvidamos de las promesas que hicimos tiempo atrás, cuando estábamos en nuestras cárceles espirituales. Y por si fuera poco, nos hacemos enemigos del libertador y esclavos de quien antes nos encarceló, y creemos sus mentiras como si fueran verdad.
El enemigo vino a mentirnos, hurtarnos y destruirnos. Si no rechazamos sus mentiras, tarde o temprano empezaremos a creerlas hasta que finalmente, se conviertan en verdad en nuestros corazones. Solo tenemos dos opciones, podemos vivir una vida creyendo esas mentiras, mentiras que construyen muros, muros que nos alejan de la verdad, o podemos rechazar esas mentiras y elegir creer las verdades de Dios. Toda nuestra vida es un camino de fe. Y a cada instante debemos pedirle al Señor que nos revele lo que necesitamos saber para ser verdaderamente libres, y que siempre nos recuerde el lugar de donde nos liberó" (Isaías 51:1).
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