Veamos con cuidado esto: los que reciben la marca pura de la verdad, desarrollada en ellos por el poder del Espíritu Santo, y representada por el sello del hombre vestido de lino, son los que “gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen” en la iglesia.
Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces, la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pentecostés.
Los que se unen con el mundo reciben su molde y se preparan para la marca de la bestia. Mientras que los que desconfían de sí mismos, se humillan delante de Dios y purifican sus almas obedeciendo a la verdad, son los que reciben el molde celestial y se preparan para tener el sello de Dios en sus frentes. Cuando se promulgue el decreto y se estampe el sello, su carácter permanecerá puro y sin mancha para la eternidad.
Ahora es el momento de prepararse. El sello de Dios no será puesto nunca en la frente de un hombre o una mujer que sean impuros. Nunca será puesto sobre la frente de seres humanos ambiciosos y amantes del mundo. Nunca será puesto sobre la frente de hombres y mujeres de corazón falso o engañoso. Todos los que reciban el sello deberán estar sin mancha delante de Dios y ser candidatos para el cielo.
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