Desde que inicié mi vida en Cristo he contado con el privilegio de experimentar diversas circunstancias, de las cuales, algunas han llegado a mi vida con el propósito de desviarme de la verdad, del camino y de la voluntad de Dios. Sin embargo, he sido afortunada porque la misericordia y la gracia del Señor me han alcanzado en cada situación, y en lugar de alejarme de Él, estas experiencias me han servido para reafirmar, una vez más, dónde debo poner mis ojos y de quién debo depender en todo tiempo; obviamente, de Jesucristo.
Muchas veces, en el afán de conocer a Dios, me encontré en el camino con diferentes predicadores, autores de libros, pastores y en general, líderes ministeriales a quienes escuchaba y de quienes tomaba ciertas enseñanzas que enriquecían mi crecimiento espiritual; desafortunadamente, no puedo decir lo mismo de todos, pues algunos de ellos infundieron otro tipo de expectativas en esta área de mi vida, debido a sus supuestas revelaciones y conocimientos del reino de Dios.
Muchas veces, en el afán de conocer a Dios, me encontré en el camino con diferentes predicadores, autores de libros, pastores y en general, líderes ministeriales a quienes escuchaba y de quienes tomaba ciertas enseñanzas que enriquecían mi crecimiento espiritual; desafortunadamente, no puedo decir lo mismo de todos, pues algunos de ellos infundieron otro tipo de expectativas en esta área de mi vida, debido a sus supuestas revelaciones y conocimientos del reino de Dios.
El peligro con este asunto es que, sin querer y sin saber en qué momento, podemos ir adoptando algunas de sus vanas enseñanzas, lo cual nos aleja cada vez más del propósito de Dios y de su Verdad; y lo peor, es que todo obra de una forma muy sutil, y solo caes en la cuenta del error por la misericordia de Dios, quien te saca de esa oscuridad y de ese camino lleno de tinieblas.
Muchas personas se sienten seguras y firmes en el Señor porque tienen cierto nivel de conocimiento acerca de la Palabra, porque llevan muchos años en los caminos del Señor, porque son líderes ministeriales o porque administran una gran obra; sin embargo, la manera tan sutil con la que podemos caer en el error, nos deja en una posición un tanto vulnerable y no importa cuánto se sepa de la Biblia, qué título ministerial se tenga o cuántos años se lleve siguiendo al Señor; precisamente, la mayor debilidad que tenemos los seres humanos es confiar demasiado en nosotros mismos, lo cual nos pone en peligro por la cantidad de ideologías y filosofías humanas que tergiversan o adulteran la Palabra de Dios, y que cada día sobreabundan por todos los medios, incluso y desafortunadamente, muchas veces en las mismas iglesias; iglesias que dicen seguir a Jesucristo, y es en donde más contaminación existe de la Palabra de Dios; y sí, lo más grave es que aquellos, sedientos en su afán por pretender aprender y crecer en el Señor, o muchas veces por hacer crecer su ministerio, muy ligeramente, van adoptando y enseñando a los demás el conocimiento del hombre y no el conocimiento de Dios inscrito en su Palabra.
Hay infinidad de fuentes como lo son las predicaciones y los libros de terceros que dicen ser ministros de Dios, que pueden llevar a las personas a desviar su atención de la verdadera enseñanza que Dios les quiere dar a través de su Palabra; y otra fuente se encuentra en muchas iglesias en donde no es la Biblia quien rige las prédicas del “ministro”, sino las mismas prédicas o libros de terceros que supuestamente, tienen una revelación especial de la Palabra; y por otra parte, los perezosos espirituales que prefieren tragarse todo, no gustan de estudiar y leer el Libro Sagrado, y se conforman con lo que les dicen o enseñan acerca de la Palabra, y optan por repetir, como loritos, lo que aprenden; así entonces, ingenuamente, se puede ir poniendo la mirada en el hombre y en sus engaños doctrinales y anti-bíblicos, en lugar de mantenerse firme en la sana doctrina que desde el inicio, Cristo mismo ha testificado a través de las Sagradas Escrituras, sin añadidura u omisión alguna.
Hermano(a), no podemos conformarnos con las enseñanzas que recibimos acerca del conocimiento de Dios, hay que escudriñar las Escrituras en todo tiempo, comparar todo lo que se escucha y se lee con la Palabra de Dios, y si hay algo que se sale de contexto o no está escrito en ella, debemos desecharlo y, sin importar a quienes desagrademos, debemos hacer solo lo que nos enseña la Palabra, pues ese libro Sagrado es suficiente. Cristo es suficiente y no requiere interpretaciones ajenas a la verdad, la verdad que se encuentra inmersa en Él, en Jesucristo.
Que se nos quede bien grabado: La obra redentora de Jesucristo está completa, no existe ningún tipo de añadidura que debamos tener ni otro tipo de obra o sacrificio que necesitemos para acercarnos a nuestro Padre Celestial, solo Él nos lleva al Padre. Él es el camino, la verdad y la vida.
Si permanecemos en la vid que es Jesús, no necesitamos cumplir con rituales o ceremonias protocolarias para acercarnos a Dios; no necesitamos amuletos o ritos para obtener la protección, las bendiciones o el respaldo de Dios; no necesitamos revelaciones basadas en ideas y emociones humanas, no necesitamos aprender de alguien distinto a su Santo Espíritu,.…“Jesucristo es a quien necesitamos, Él es suficiente”.
Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 2 Juan 1:9 (Reina Valera 1960).
Pidamos a Dios discernimiento y misericordia para que nos ayude a permanecer firmes en su Palabra e impida que caigamos en vanas enseñanzas; que nuestros oídos y nuestros ojos estén abiertos solo para aquellos ministros que fervientemente enseñan la verdad inscrita en las Sagradas Escrituras, y que a los falsos profetas o maestros podamos identificarlos para alejarlos de nuestras vidas, en el nombre de Jesús, Amén.
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