sábado, 6 de junio de 2015

Un Vaso De Agua En La Mesa o En La Mano

Un profesor comenzó su clase sosteniendo en alto un vaso de cristal con algo de agua. Lo sostuvo para que todos lo vieran y preguntó a los estudiantes: “¿Cuánto creen que pesa este vaso?” Los estudiantes contestaron: “¡50 gramos!”, “¡100 gramos!”, “¡125 gramos”.
“Realmente no lo sé a menos que lo pese”, dijo el profesor, “pero mi pregunta en realidad es: ¿Qué pasaría si lo sostengo de esta manera unos minutos?” “Nada”, dijeron los estudiantes.
“Bien, ¿qué pasaría si lo sostengo una hora?”, preguntó el profesor. “Le comenzaría a doler su brazo”, dijo uno de los estudiantes.
“Estás en lo correcto, ahora, ¿qué pasaría si lo sostengo todo un día?” “Se le entumecería el brazo; podría tener estrés muscular severo y parálisis y, seguro que tendría que ir al hospital”, opinó otro estudiante, y los demás se rieron.
“Muy bien pero, durante todo este tiempo, ¿variaría el peso del vaso?”, preguntó el profesor. “No”, fue la respuesta.
“Entonces, ¿cuál sería la causa del dolor de brazo y el estrés muscular?” Los estudiantes quedaron perplejos. “¿Qué debería hacer para que no me doliera?”, preguntó nuevamente el profesor.
“¡Poner el vaso en la mesa!”, dijo uno de los estudiantes.  
“¡Exactamente!”, dijo el profesor.
Los problemas de la vida son así. Mantengámoslos por unos momentos en la mente y se verán sencillos. Pensemos en ellos mucho tiempo y comenzarán a provocarnos dolor. Mantengámoslos aún más tiempo y comenzarán a paralizarnos; no podremos hacer nada.
Es importante pensar en los desafíos o problemas de nuestra vida, pero más importante es “dejarlos en la mesa” al final de cada día antes de irnos a dormir. De esta manera no nos estresamos, y nos podremos levantar cada día frescos y fuertes para manejar todo asunto, todo desafío que nos venga para afrontarlo.
Así que, cuando dejemos la oficina hoy, recordemos “¡colocar el vaso en la mesa!” El pensamiento resulta extremadamente importante para muchos de nosotros, que tendemos a preocuparnos más de la cuenta pensando, analizando y proyectando los posibles resultados de las circunstancias que nos aquejan en un momento dado.
La cuestión es que no solo no logramos nada al mantener los problemas en la mente, sino que nos desgastamos inútilmente.
Es realmente maravilloso que Dios no solo siempre ha estado al tanto de esta tendencia, sino que proveyó el antídoto ideal: “colocar nuestras cargas no en la mesa (de la cual pudiésemos volver a retirarlas), sino en Él”.
¿Cuántos estamos llevando cargas tanto tiempo que nos están haciendo daño?

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