martes, 26 de mayo de 2015

Testimonio Cristiano

Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir. Lucas 12:11-12.
En China, después de haber permanecido encarcelado durante largo tiempo, un creyente tuvo que comparecer ante un juez quien le preguntó con tono irónico: –Sigue usted creyendo en el cristianismo? –No creo en el cristianismo, sino… En este momento fue interrumpido con la pregunta : –¿Qué quiere decir con esto? –Yo creo en Jesucristo; no creo en una religión, sino en una persona. –Por favor, deje este verbalismo, le dijo el juez furioso. –No me entiende, repuso el creyente. Usted puede cerrar las iglesias, echar a los cristianos en prisión o matarlos, e incluso quemar las Biblias, pero no le puede hacer nada a Jesucristo. Él vive eternamente, y también vive en mi corazón. Usted no lo puede sacar de ahí. Si me mata, estaré siempre con Él.
Esta diferencia no debe extrañarnos. La religión cristiana consiste en una suma de ritos. Es un sistema organizado por los hombres, y por lo tanto, influido por los errores y las debilidades humanas, pero no por el Dios viviente. Pero para pertenecer a Dios es necesario conocer a Jesucristo, el Hijo de Dios, creer, confiar en Él, amarle y, como consecuencia, vivir para Él.
Quizás una religión pueda hablar a nuestros sentimientos religiosos, pero ser salvos toda la eternidad es algo que solo se puede conseguir mediante la fe en el Salvador y en su obra cumplida en la cruz.

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