No es un archivador de mi oficina, sino uno que mantengo en mi mente. Contiene cosas que comencé durante los casi 62 años de mi vida, y que se me están acumulando.
Algunas, debo admitir, eran sueños y planes absurdos que se tuvieron inicialmente, que estaban destinados a acabar pronto sin llegar a ser completados. Pero otros siguen esperando que les dé vida nuevamente.
Algunas, debo admitir, eran sueños y planes absurdos que se tuvieron inicialmente, que estaban destinados a acabar pronto sin llegar a ser completados. Pero otros siguen esperando que les dé vida nuevamente.
Hoy me encontré con un mensaje en una bolsa, de cuando iba cada sábado por la mañana, a hacer en la radio mi programa en vivo: “Línea del Éxito”. ¡Cuánto desearía hoy estar detrás del micrófono compartiendo las miles de historias que llegaban a mi vida en esa época! Decidí desempolvar una y compartirla con ustedes. Tal vez usted, como yo, también tiene muchos asuntos inconclusos en su vida esperando que los reabra antes de que sea demasiado tarde.
“A las siete menos diez, de una oscura y fría noche en Ciudad de México en 1968, John Stephen Akwari, natural de Tanzania, ingresó cojeando dolorosamente al Estadio Olímpico, el último hombre en terminar la maratón. El ganador ya había sido coronado y la ceremonia de la victoria hacía rato que había terminado. Así que el estadio estaba casi vacío cuando Akwari, solo, con su pierna ensangrentada y mal vendada, luchó para dar la última vuelta hacia la meta. El productor de documentales, Bud Greenspan, observó la escena a distancia. E intrigado, Bud se dirigió hacia Akwari y le preguntó por qué continuaba la penosa lucha hacia la meta.
El joven de Tanzania contestó suavemente: “Mi país no me envió a cinco mil millas de distancia a comenzar una carrera; me envió a cinco mil millas a terminarla”.
“A las siete menos diez, de una oscura y fría noche en Ciudad de México en 1968, John Stephen Akwari, natural de Tanzania, ingresó cojeando dolorosamente al Estadio Olímpico, el último hombre en terminar la maratón. El ganador ya había sido coronado y la ceremonia de la victoria hacía rato que había terminado. Así que el estadio estaba casi vacío cuando Akwari, solo, con su pierna ensangrentada y mal vendada, luchó para dar la última vuelta hacia la meta. El productor de documentales, Bud Greenspan, observó la escena a distancia. E intrigado, Bud se dirigió hacia Akwari y le preguntó por qué continuaba la penosa lucha hacia la meta.
El joven de Tanzania contestó suavemente: “Mi país no me envió a cinco mil millas de distancia a comenzar una carrera; me envió a cinco mil millas a terminarla”.
¿Qué cosas hemos comenzado y nunca terminado? ¿Qué sueños siguen esperando por nosotros en el archivo titulado “Asuntos Pendientes”?
¿No será tiempo de desempolvarlos y dirigirlos hacia la meta?
Dios no nos creó para comenzar esta vida; ¡nos creó para acabarla! “¡Y creyó en ustedes!”
Este pensamiento llega en los mejores momentos para muchos de nosotros, sobre todo la frase final… a qué nos envió Dios a esta Tierra. Muchos de nosotros tenemos archivos de “Asuntos Pendientes” demasiado poblados.
¿Por qué no invertir un tiempito para revisar ese archivo y de una vez por todas, desestimar lo que no tenga valor para nosotros ni para nadie más, y abrazar nuevamente aquellos proyectos que por desidia, falta de tiempo, o cualquier otro factor, fueron puestos a dormir durante demasiado tiempo?
¿Quién sabe si es precisamente para que terminemos ese proyecto por lo que Dios nos trajo y nos ha mantenido aquí?
¿Quién sabe si es precisamente para que terminemos ese proyecto por lo que Dios nos trajo y nos ha mantenido aquí?
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