Era una familia ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña casa de campo de Ohio. Una noche se sentaron juntos para cenar y alguien llamó a la puerta. El padre se acercó a abrir.
Allí estaba un hombre viejo con la ropa desgajada, pantalones rotos y sin botones. Portaba una canasta llena de verduras, y le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Ellos aceptaron porque querían que se fuera rápido.
Allí estaba un hombre viejo con la ropa desgajada, pantalones rotos y sin botones. Portaba una canasta llena de verduras, y le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Ellos aceptaron porque querían que se fuera rápido.
El hombre continuó llevando verduras cada semana a la familia, y con el paso del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron amigos. Pronto se enteraron de que él era ciego y que tenía cataratas en los ojos. Pero era tan amigable que aprendieron a esperar ansiosamente sus visitas y a disfrutar de su compañía.
Un día, mientras entregaba las verduras, dijo:
– ¡Ayer tuve la bendición más grande! Encontré una canasta de ropa que alguien me dejó afuera de mi casa.
La familia, sabiendo que él necesitaba ropa, dijo:
-¡Qué maravilloso!
El hombre viejo y ciego, dijo:
– Lo más maravilloso es que encontré una familia que realmente necesitaba esa ropa.
Recuerda, la felicidad no depende de lo que eres o de lo que tienes.
Juan 10:10
yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
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