Dentro de todos nosotros existe el deseo
de ser conocidos y conocer a otros. Aún más importante es que todo el mundo desea conocer a su Creador aunque no crea en Dios. En la actualidad estamos
siendo bombardeados con anuncios, que prometen muchas formas de satisfacer
nuestros deseos de saber, tener y ser cada día más. Sin embargo, no dejan de ser promesas
vacías que vienen del mundo, que nunca podrán satisfacer de la misma manera en que
nos puede satisfacer conocer a Dios. Jesús dijo, “Y esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado.” (Juan 17:3).
Así que, “¿cuál es la clave para conocer verdaderamente a Dios?” Primero, es imperativo entender que el hombre, por sí mismo, es incapaz de conocer verdaderamente a Dios debido a su pecado. Las Escrituras nos revelan que todos somos pecadores (Romanos 3:11-20) y que ninguno alcanza el estándar de santidad requerido para tener comunión con Dios. También se nos dice que la consecuencia de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que pereceremos eternamente sin Dios, a menos que aceptemos y recibamos la promesa y realidad del sacrificio de Jesús en la cruz. Así que, a fin de conocer realmente a Dios, ante todo, debemos recibirlo en nuestras vidas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). Nada es más importante que entender esta verdad cuando se trata de conocer a Dios. Jesús deja en claro que solo Él es el camino al cielo y al conocimiento personal de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).
No hay ningún requisito más principal, que aceptar y recibir las promesas de Dios. Jesús vino a darnos vida al ofrecerse Él mismo como un
sacrificio, para que nuestros pecados no nos privasen de conocer a Dios. Una
vez que hayamos recibido esta verdad, podremos comenzar a conocer a
Dios de una manera personal. Así que, “¿cuál es la clave para conocer verdaderamente a Dios?” Primero, es imperativo entender que el hombre, por sí mismo, es incapaz de conocer verdaderamente a Dios debido a su pecado. Las Escrituras nos revelan que todos somos pecadores (Romanos 3:11-20) y que ninguno alcanza el estándar de santidad requerido para tener comunión con Dios. También se nos dice que la consecuencia de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que pereceremos eternamente sin Dios, a menos que aceptemos y recibamos la promesa y realidad del sacrificio de Jesús en la cruz. Así que, a fin de conocer realmente a Dios, ante todo, debemos recibirlo en nuestras vidas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). Nada es más importante que entender esta verdad cuando se trata de conocer a Dios. Jesús deja en claro que solo Él es el camino al cielo y al conocimiento personal de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).
Otro ingrediente importante es
entender que la Biblia es la Palabra de Dios y es Su revelación de Él mismo, de
Sus promesas y Su voluntad. La Biblia es esencialmente una carta de amor
escrita por un Dios amoroso para nosotros, quien nos creó para conocerle
íntimamente. ¿Qué mejor manera de saber acerca de nuestro Creador que
sumergirnos en Su Palabra, revelada a nosotros por esta misma razón? Y es
importante continuar este proceso a través de toda la jornada. Pablo le escribe
a Timoteo, “Pero persiste
tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y
que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:14-17).
Finalmente, conocer verdaderamente a Dios involucra nuestro compromiso de obedecer lo que leemos en las Escrituras. Después de todo, fuimos creados para hacer buenas obras (Efesios 2:10) a fin de ser parte del plan de Dios y continuar revelándolo al mundo. Tenemos la responsabilidad de vivir de acuerdo a la misma fe, la cual es requerida para conocer a Dios. Somos la sal y la luz de este mundo (Mateo 5:13-14), designados para traer el sabor de Dios al mundo y para servir como luz que brille en medio de las tinieblas. No solo debemos leer y entender la Palabra de Dios, además debemos aplicarla en obediencia y permanecer fieles a ella (Hebreos 12). Jesús mismo le concede la mayor importancia a amar a Dios con todo lo que somos y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22). Este mandamiento es imposible de guardar sin el compromiso de leer y aplicar Su verdad, revelada en Su Palabra.
Estas son las claves para conocer verdaderamente a Dios. Desde luego, nuestras vidas comprenderán muchas más, cosas tales como comprometernos en la oración, devoción, compañerismo y adoración. Pero eso solo puede lograrse haciendo una decisión de recibir a Jesús y Sus promesas en nuestra vida y aceptar que nosotros, por nosotros mismos, no podemos conocer realmente a Dios. Entonces nuestras vidas podrán estar llenas de Dios, y podremos experimentar lo que es conocerlo íntima y personalmente.
Finalmente, conocer verdaderamente a Dios involucra nuestro compromiso de obedecer lo que leemos en las Escrituras. Después de todo, fuimos creados para hacer buenas obras (Efesios 2:10) a fin de ser parte del plan de Dios y continuar revelándolo al mundo. Tenemos la responsabilidad de vivir de acuerdo a la misma fe, la cual es requerida para conocer a Dios. Somos la sal y la luz de este mundo (Mateo 5:13-14), designados para traer el sabor de Dios al mundo y para servir como luz que brille en medio de las tinieblas. No solo debemos leer y entender la Palabra de Dios, además debemos aplicarla en obediencia y permanecer fieles a ella (Hebreos 12). Jesús mismo le concede la mayor importancia a amar a Dios con todo lo que somos y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22). Este mandamiento es imposible de guardar sin el compromiso de leer y aplicar Su verdad, revelada en Su Palabra.
Estas son las claves para conocer verdaderamente a Dios. Desde luego, nuestras vidas comprenderán muchas más, cosas tales como comprometernos en la oración, devoción, compañerismo y adoración. Pero eso solo puede lograrse haciendo una decisión de recibir a Jesús y Sus promesas en nuestra vida y aceptar que nosotros, por nosotros mismos, no podemos conocer realmente a Dios. Entonces nuestras vidas podrán estar llenas de Dios, y podremos experimentar lo que es conocerlo íntima y personalmente.
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