jueves, 21 de mayo de 2015

Amanecer con Dios

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino” Salmo 119:105. (BDLA).
Una mujer confesó a una amiga su confusión y duda sobre la toma de una decisión importante. Profesaba creer en Dios pero no asimilaba que el apoyarse en su fe le ayudaría a elegir su camino.¿Cómo sé que estoy haciendo lo correcto? ¿Cómo puedo creer que mi decisión será la precisa si ni siquiera veo el mañana?”, preguntaba.
Su amiga reflexionó y por último le dijo: “Así es como yo lo veo: Imagínate que conduces en pendiente de bajada por una oscura carretera de campo, y no hay luces que te indiquen noción alguna de tu ubicación. Es un poco espeluznante, pero confías en tus luces delanteras. Ahora bien, éstas solo te permiten visualizar diez metros del camino frente a ti y eso te es suficiente para ver por donde te diriges. Viajas por esa senda en la que ves apenas diez metros de los focos delanteros, hasta que al fin alcanzas tu destino sana y salva”.
Pues comparable a ello es vivir por fe. No somos capaces de ver el mañana, la semana próxima o el año por venir, pero sabemos que Dios nos proporcionará la luz para encontrar el camino cada vez que necesitemos de ello.
Cuando estés a punto de estar sin luz y dar un paso en falso hacia las sombras de lo desconocido, tener fe es saber que ocurrirá solo una de las dos cosas: Encontraremos algo sólido donde sostenernos, o aprenderemos a volar. 
¿Pero cuándo? 
Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Salmo 27:14 (BDLA).
A menudo sonreímos deliberadamente ante este comentario sarcástico, “Señor, dame paciencia, ¡Pero dámela ya!” Y, ¿por qué no? Nuestra sociedad demanda el cumplimiento inmediato en casi todo lo que hacemos, desde comidas rápidas en microondas hasta establecer comunicaciones globales en segundos.
Cualquiera que sea el asunto, puede que un botón, un interruptor o una píldora, nos darán inmediatos resultados. Esto hace que se dificulte aceptar que, nos guste o no, el crecimiento espiritual lleva su tiempo.
En un jardín, cada semillero posee un calendario de tiempo promedio de desarrollo. Pero en el ser humano, con antecedentes y necesidades únicas, no podemos confiar en promedios para determinar cuándo subiremos el próximo peldaño en nuestro caminar con Dios.
Es tentador, cuando enfrentamos un fallo espiritual o algo relacionado con el crecimiento de otro, orar y esperar cambios inmediatos. A veces sucede. Sin embargo, ¡qué perdidos y confusos nos sentimos si nuestras plegarias no traen el remedio instantáneo que buscamos!
En momentos así, es bueno recordar que todas las facetas de nuestra naturaleza, incluso los atributos que amamos de nosotros mismos o de aquellos en quienes deseamos una mejoría, se deben a haber sido creados por Dios. Cuando los cambios parecen sobrevenir lentamente, no abandones la esperanza. Considera que las fases de tu madurez están en las manos del Señor.
Permanece en tu comunión diaria con Dios y confía en que tu espíritu será sanado en Su tiempo.

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