lunes, 13 de abril de 2015

El Orgullo

“Y todo lo que hagas, hazlo de corazón, no como para los hombres, sino como para Dios.” Colosenses 3:23 
El orgullo del rendimiento no tiene por qué representar un culto al ego, denota más bien placer pero con humildad. Consideremos que “la calidad del trabajo y la calidad del obrero son inseparables”. Un esfuerzo a medias no produce resultados a medias; simplemente no produce resultados.
Tres hombres estaban colocando ladrillos. Un transeúnte les preguntó qué estaban haciendo. El primero contestó: “¿Acaso no ve con qué me gano la vida?” El segundo dijo: “¿No ve que coloco ladrillos?” El tercero indicó: “Estoy edificando una hermosa casa”. Eran tres personas haciendo exactamente lo mismo, pero con una perspectiva distinta de lo que estaban haciendo. Exhibían tres actitudes diferentes sobre su trabajo. ¿Y sus actitudes afectarían su rendimiento? La respuesta es claramente que sí.
La excelencia viene cuando el obrero sabe y le pone empeño en hacer lo mejor. Cada trabajo es un retrato de la persona que lo realiza sin importar en qué consista el mismo, ya sea lavar coches, barrer el suelo o pintar una casa. Hagámoslo bien la primera vez, y siempre. La mejor póliza de seguros para mañana es un trabajo bien hecho hoy.
Miguel Ángel, escultor, había estado trabajando en una estatua durante muchos días. Estaba dedicando mucho tiempo a retocar cada pequeño detalle. Un transeúnte pensó que estas mejoras eran insignificantes y le preguntó por qué se molestaba en dedicarles tiempo. Miguel Ángel contestó: “Las nimiedades hacen la perfección y la perfección no es una nimiedad”.
La mayoría de la gente se olvida de lo rápido que se hizo un trabajo, pero recuerdan lo bien que fue llevado a cabo. 
¿Cuán orgullosos estamos de hacer un trabajo no solo bien hecho, sino con propósito? Quizá muchos puedan estar de acuerdo con la primera parte del planteamiento, pero es triste que no todos concuerdan con la segunda. Porque muchas veces parecemos actuar automáticamente, sin encontrarle sentido a lo que hacemos. Parece como si simplemente mantuviéramos una máquina andando. Pero no es así, todo lo que hacemos cuenta, sobre todo si lo hacemos para Dios, de ahí que lo hagamos con excelencia.
Y todo lo que hagamos, hagámoslo de corazón, no como para los hombres, sino como para Dios. Gracias Padre Celestial por el nuevo día que me das y por las muestras de tu amor. Por Cristo Jesús, amén.

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