jueves, 12 de marzo de 2015

La Biblia y la ciencia, una verdad histórica

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Salmos 19: 1
Porque  las cosas invisibles de él (Dios), su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo,
siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
Romanos 1:20-21 
Se sabe históricamente, que la ciencia nunca tuvo un desarrollo significativo sin que existiese antes la influencia del cristianismo. Nunca hubo ni la más mínima contradicción entre la Biblia y la ciencia, hasta que las interpretaciones científicas entraron en conflicto con las Santas Escrituras o, incluso, la interpretación del cristiano de los hechos bíblicos.
El problema surge cuando el científico insiste en que su interpretación o teoría es la única valida. Por ejemplo, cuando quiere hacernos creer que en la antigüedad se hablaba de milagros, porque la gente no entendía bien las leyes naturales como se entienden ahora. Sin embargo, tanto el creyente como el incrédulo responden con su fe. 
La ciencia tiene sus limites: puede decirnos cómo obtener conocimiento en base a experimentos, pero no sabe decirnos a qué se debe ese conocimiento.
La ciencia puede decirnos cómo es el funcionamiento de nuestro cuerpo, pero no nos dice por qué lo tenemos. La ciencia no tiene respuestas a preguntas morales, no es su labor.
La Biblia, en cambio, tiene las respuestas (siempre las ha tenido) que la ciencia no encuentra hasta el día de hoy. Si los grandes científicos de la historia hubiesen abierto la Biblia una sola vez en su vida, no se habrían roto la cabeza queriendo descubrir cosas que la Biblia ya las había mencionado mucho antes.
Cosas, como por ejemplo que, La Biblia registra en Isaías 40:21-22, la naturaleza esférica de la tierra años antes del viaje de Cristóbal Colón: ¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó? Él está sentado sobre el circulo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar.
En el libro de Job, capitulo 26 versículo 7 se dice que la tierra está suspendida en el vacío: Él extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre nada.
En este mismo libro (Job), se afirma que la corteza terrestre descansa sobre un fuego interior: De la tierra nace el pan y debajo de ella está como convertida en fuego. (Job 28:5).
Esta corteza de la tierra estuvo cubierta de aguas y salió de ellas (Génesis 1:9): Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.
En la Biblia se menciona que la luna es solamente un reflector distinto al sol: He aquí ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos… Si he mirado al sol cuando resplandecía, o a la luna cuando iba hermosa (Job. 25:5; 31:26).
Las más grandes montañas brotaron del interior de la tierra empujadas por el poder del fuego: Con el abismo, como con vestido, la cubriste; sobre los montes estaban las aguas. A tu reprensión huyeron; al sonido de tu trueno se apresuraron; subieron los montes, descendieron los valles al lugar que tú fundaste. Les pusiste término, el cual no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra. (Salmo 104:6-9).
Hace aproximadamente unos 300 años, la ciencia descubrió que físicamente, la vida residía en la sangre. Pero la Biblia registró este mismo hecho hace más de 3500 años: Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona (Levítico 17:11).
La tierra está rodeada por una capa atmosférica: E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. (Génesis 1:7).
La Biblia menciona principios de Geología, Aeronáutica y Meteorología en el Salmo 135:5, 7 y en Job 38:4: Por que yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses. Hace subir las nubes de los extremos de la tierra; hace los relámpagos para la lluvia; saca de sus depósitos los vientos… ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber si tienes inteligencia.
El aire es un elemento impalpable y tiene peso. Está sujeto a la ley de la gravedad: Al dar peso al viento, y poner las aguas por medida (Job 28:25).
También se menciona acerca de la energía atómica: Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser desechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán desechos y los elementos, siendo quemados se fundirán!… Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre y fuego y columnas de humo (2 Pedro 3:10-12; Joel 2:30). Aquí es necesaria una aclaración: la palabra “desechas” de 2 Pedro significa desatados y la palabra “columnas” de Joel, significa palmeras.
La materia está compuesta no solamente de elementos sólido, líquido o gaseoso, siempre visibles, que se pueden ver, sino también por átomos invisibles. Y en la Biblia: Por la fe entendemos haber constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (Hebreos 11:3).
En realidad, la lista es interminable de las profecías bíblicas mencionadas antes que la ciencia las descubriera. Todas son afirmaciones sorprendentes y lo más importante, la Biblia es el único libro que había con autoridad sobre los ternas, sin vacilar en ninguna afirmación. No existen suposiciones o simples teorías por comprobar. Todo está dicho por el mismo Dueño y Creador de todo lo visible e invisible.
Hoy, en nuestros días, aunque no quiera, la ciencia sigue dando la razón a la Biblia desde el mismo origen de todo lo existente hasta los adelantos que hoy conocemos. Con el transcurrir de los años seguiremos siendo testigos de cómo la ciencia está en perfecta armonía con la Biblia, y no, como pretenden ciertos científicos, en querer usar a la ciencia como instrumento para “desacreditar” la veracidad de las Santas Escrituras.

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