“…SIENDO AÚN PECADORES, CRISTO MURIÓ POR NOSOTROS” (Romanos 5:8b)
La vieja Biblia se encontraba sobre una mesa de "ofertas", para ser vendida, entre cientos de libros andrajosos. Muchas personas la habían tomado en las manos y habían hojeado sus páginas descoloridas. No tenía buena “pinta”, y por supuesto no valía tres euros. Así que, fueron dejándola a un lado. Pero un hombre la agarró y reprimió un grito. Se precipitó al mostrador y pagó el ínfimo coste del libro caduco. Era una Gutenberg original, con un valor estimado de más de un millón cuatrocientos mil euros. Te preguntarás quién sería el que la entregó a la tienda de artículos de segunda mano. ¿Cuántas veces cambió de manos este libro tan antiguo antes de ser rescatado? Inconsciente de su valor, el mundo lo dejó de lado…
Y nosotros hacemos lo mismo, ¿no es así? Hay “semillas de grandeza”, sin verlas, dentro de personas poco prometedoras, que de pronto brotan a la vida y entonces, son reconocidas, “regadas” y nutridas.
En realidad, todos fuimos dejados de lado hasta que Jesús vio algo de valor en nosotros. Pero en vez de pagar un precio de ganga, Él pagó el más alto. Oye: “…siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8b).
Un mundo muy distinto aparecería ante nuestros ojos, si pudiéramos comenzar a ver a cada hombre, mujer, chico y chica como tesoros preciosos sin los cuales Dios no podría “vivir” y por los que Cristo murió para ser rescatados.
Mira el caso de Mateo: cuando Jesús lo encontró, era un colector de impuestos despreciado, un publicano, un escritor de oficio que trabajaba para los romanos. Pero Jesús le dijo:“Sígueme” (Mateo 9:9b), y Mateo lo hizo. Además, “trajo su pluma”, ya que el Maestro tenía para él la misión de escribir el evangelio que lleva su nombre.
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