sábado, 7 de febrero de 2015

Enfoque correcto

El rumbo de nuestra vida lo determina el enfoque de nuestros ojos. 
Cristo declaró, sin rodeos, que el lugar donde estaba nuestro tesoro sería también el lugar donde se encontraría nuestro corazón. Es con este enfoque, donde y cuando nos sentimos tentados a creer que nosotros podemos llegar a ser la excepción a la regla. En momentos así, no obstante, debemos aceptar que su condición de Hijo de Dios lo capacita para declarar las cosas tal como es su voluntad y como son. Necesitamos desviar nuestros propios conceptos a lo que Él dice.  Mateo 6:1-18
Jesús se valió de una figura del mundo físico, el ojo, a modo de ilustración: "La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
El cuerpo no puede discernir el camino a seguir si no es por medio de los ojos, y n
uestros ojos pueden y deben estar puestos solamente, en todo aquello que pertenece a los designios y propósitos del Señor.
En el sentido real, los ojos cumplen la función de ventanas por las que podemos percibir el mundo a nuestro alrededor. Según el lugar donde estén enfocados nuestros ojos, así será la perspectiva que tengamos del lugar donde nos encontramos. De modo que aunque los ojos pueden funcionar correctamente, pueden estar orientados en la dirección incorrecta. Por poner un ejemplo, un hijo, cuando de niño va caminando con su padre por la calle. Distraído con todo lo que ve a su alrededor, termina llevándose por delante un poste de luz.
Ahora bien, si trasladamos la analogía al mundo espiritual, la lección es clara. Según en lo que hayamos enfocado nuestros ojos, así será el rumbo que tenga nuestra vida. Jesús estaba, también, empleando un juego de palabras, porque entre los judíos poseer un "ojo maligno" significaba tener un espíritu avaro y egoísta. El hecho es que los ojos cumplen una función fundamental, al darnos la información necesaria para que decidamos hacia dónde debemos andar y de qué modo lo debemos hacer. Cuando los ojos no funcionan, o están concentrados en lo que no sirve, nuestra capacidad de andar se verá reducida. De la misma manera, cuando nuestros ojos espirituales están puestos sobre los valores y tesoros de este mundo, toda nuestra vida está orientada hacia eso. Las tinieblas en nuestro espíritu serán intensas.
El apóstol Pablo amplía para nosotros, en 1 Timoteo 6, cuáles son los efectos de tener los ojos puestos en las riquezas. Los que andan tras las riquezas caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición… por el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores. (9-10).

El resumen de la enseñanza de Jesús sobre este tema, al final del pasaje, es que busquemos primero el reino de Dios y su justicia. Es decir, nuestro ojo puede y debe estar puesto solamente en aquello que pertenece a los designios y propósitos del Señor. Cuando tenemos la vista puesta en esto, nuestra vida podrá dedicarse enteramente a acumular tesoros en los lugares celestiales.

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