viernes, 16 de enero de 2015

La Fe de Un Niño

Un domingo escuché a Miguel hablar acerca de su relación con sus dos padres, el que lo crío cuando era niño y su Padre en el cielo.
Primeramente, describió su confianza de niño hacia su padre terrenal como sencilla y sin complicaciones, normal. Como ejemplo, esperaba que su papá arreglara todo lo que se rompiera y le diera consejos. Sin embargo, le aterraba la idea de no complacerle, aunque a menudo, olvidaba que el amor y el perdón siempre venían a continuación.
Miguel continuó: “Hace algunos años causé todo un enredo y herí a muchas personas. Debido a mi culpa, acabé con una relación feliz y sencilla con mi padre celestial, mi otro Padre. Olvidé que, igualmente,- no, mucho más aún-, podía pedirle que arreglara lo que yo había roto y buscar su consejo”.
Pasaron los años, y finalmente, Miguel tuvo una necesidad desesperada de Dios, pero se preguntaba qué hacer. Su pastor simplemente, le dijo: “Dile a Dios que lo lamentas, ¡y hazlo en serio!” 
En vez de eso, Miguel le hizo preguntas complicadas, como: “¿Cómo funciona esto?” “¿Qué pasará si…?”
Finalmente, su pastor oró: ”Dios, por favor, ¡dale a Miguel la fe de un niño!” 
Más tarde, Miguel le dio un testimonio gozoso: “¡El Señor lo hizo!” 
Miguel encontró la intimidad con su Padre celestial. La clave para él y para nosotros, es practicar la fe sencilla y sin complicaciones de un niño.
La fe brilla con mayor fulgor en un corazón de niño.
De cierto os digo, que si no volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 18:3

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