Abraham confiaba plenamente en Dios y sabía que, aunque le estaba pidiendo algo ilógico de comprensión por su mente humana, Él tenía todo bajo control y nunca se equivocaría. Sabía que Dios podía resucitar a su hijo, y cumplir lo que un día le había prometido.
Al ver cuánto le amaba, Dios le proveyó la ofrenda (un animal) para que ese día se la presentara; por esa razón le consideró justo, debido a su fe, porque estaba dispuesto a entregar la vida de su único hijo sólo por obedecerle.
De la misma forma, ¿en qué y en quién estás creyendo? ¿Estás haciendo las cosas que verdaderamente Dios quiere que hagas? No sigas perdiendo más el tiempo haciendo cosas que Él no te mandó a hacer. Toma la decisión de alinear tu corazón y tus planes a los de Dios, porque sólo así tendrás paz, dirección y el respaldo de tu Creador en todo lo que hagas.
De nada serviría que sólo creyeras y te quedaras sentado esperando, o al revés, que sólo obedecieras y no creyeras; es necesario que pongas tu fe en acción, porque esta fe aumentará en proporción a tu obediencia. Recuerda, los retos que Dios tiene para tu vida no tienen límites.
¡La obediencia empieza en tu corazón!
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