viernes, 18 de abril de 2014

Tu segunda oportunidad

Cuando la piel de Naamán quedó sana, quiso ofrecerle al profeta Eliseo algunos presentes como señal de su agradecimiento, pero él no se los aceptó porque reconocía que había sido Dios quién había hecho el milagro a través de él.
Cuando se había alejado bastante, Giezi, su siervo, corrió detrás de Naamán para conseguir algo. Le dijo que Eliseo le había enviado, porque dos profetas jóvenes habían llegado de Efraín, y le rogaba que le diera tres mil monedas de plata y dos vestidos completos.
Naamán le dio el doble, seis mil monedas de plata junto a los dos vestidos. Giezi los aceptó y regresó a la casa del profeta donde los guardó. Cuando se presentó delante de Eliseo éste le preguntó: 
-¿De dónde vienes?
-No he ido a ningún lado -contestó.
Pero Eliseo le dijo: -Yo sé que Naamán se bajó de su carro para recibirte, pues yo estaba allí con mi pensamiento. Este no es el momento de aceptar dinero, ropa, viñedos o huertos de olivos, ovejas, toros ni esclavos. Y como tú aceptaste el regalo de Naamán, su lepra se te pasará a ti y a tu familia para siempre.
testCuando Giezi se separó de Eliseo, ya tenía lepra. Su piel quedó pálida como la nieve. 2 Reyes 5:20-27
Al parecer, ya no había esperanza para este hombre, porque su descendencia y él habían sido condenados a ser olvidados y a morir solos.
Pero 2 Reyes 7:3-8 narra que, a la entrada de la ciudad había cuatro hombres enfermos de la piel, Giezi y sus tres hijos, quienes se decían entre ellos: “¿Qué estamos haciendo aquí sentados esperando morir? Si entramos en la ciudad, moriremos de hambre, pues no hay nada para comer, y si nos quedamos sentados, también moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios; si nos perdonan la vida, qué bueno, y si nos matan, no importa, de todos modos vamos a morir”.
Al anochecer, fueron allí. Cuando llegaron al lugar, se dieron cuenta que no había nadie. Dios había hecho que el ejército de Siria escuchara ruidos como de carros de guerra, de caballos y de un gran ejército, por lo que huyeron, abandonándolo todo.
Al entrar a una de las carpas, se pusieron a comer y a beber. También tomaron oro, plata y ropa, y todo eso lo escondieron. Luego entraron en otra carpa, tomaron las cosas que allí había, y fueron a esconderlas. Pero después dijeron: “No estamos haciendo lo correcto. Hoy es un día de buenas noticias. Si nosotros nos callamos y esperamos hasta que amanezca, nos van a castigar. Mejor vayamos al palacio y avisemos de lo que sucede”.
El sabor amargo de los recuerdos y el dolor por la sentencia, hicieron que Giezi recapacitara, porque 7 años atrás, la codicia hacia las riquezas le había condenado al olvido y a la miseria. Otra vez se encontraba frente a la misma prueba, pero no la reprobó sino que determinó en su corazón superarla, y así lo hizo.
Sin importar lo que hiciste en el pasado, recuerda que Dios te ama y que está dispuesto a darte una segunda oportunidad, si te arrepientes verdaderamente de la forma en la que procediste y empiezas a vivir de acuerdo a los principios que nos manda. No sigas actuando solo en función de tus emociones y sentimientos, aprende a dejarte guiar por su Santo Espíritu.


En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos. No hay ley que esté en contra de todo esto. Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos. Gálatas 5:22-24
Si Dios pudo restaurar a Giezi, también puede hacerlo contigo. Dios seguirá perfeccionando tu vida, si tú se lo permites.

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