Cuando se había alejado bastante, Giezi, su siervo, corrió detrás de Naamán para conseguir algo. Le dijo que Eliseo le había enviado, porque dos profetas jóvenes habían llegado de Efraín, y le rogaba que le diera tres mil monedas de plata y dos vestidos completos.
Naamán le dio el doble, seis mil monedas de plata junto a los dos vestidos. Giezi los aceptó y regresó a la casa del profeta donde los guardó. Cuando se presentó delante de Eliseo éste le preguntó:
-¿De dónde vienes?
-No he ido a ningún lado -contestó.
Pero Eliseo le dijo: -Yo sé que Naamán se bajó de su carro para recibirte, pues yo estaba allí con mi pensamiento. Este no es el momento de aceptar dinero, ropa, viñedos o huertos de olivos, ovejas, toros ni esclavos. Y como tú aceptaste el regalo de Naamán, su lepra se te pasará a ti y a tu familia para siempre.
Cuando Giezi se separó de Eliseo, ya tenía lepra. Su piel quedó pálida como la nieve. 2 Reyes 5:20-27
Al parecer, ya no había esperanza para este hombre, porque su descendencia y él habían sido condenados a ser olvidados y a morir solos.
Pero 2 Reyes 7:3-8 narra que, a la entrada de la ciudad había cuatro hombres enfermos de la piel, Giezi y sus tres hijos, quienes se decían entre ellos: “¿Qué estamos haciendo aquí sentados esperando morir? Si entramos en la ciudad, moriremos de hambre, pues no hay nada para comer, y si nos quedamos sentados, también moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios; si nos perdonan la vida, qué bueno, y si nos matan, no importa, de todos modos vamos a morir”.
Al anochecer, fueron allí. Cuando llegaron al lugar, se dieron cuenta que no había nadie. Dios había hecho que el ejército de Siria escuchara ruidos como de carros de guerra, de caballos y de un gran ejército, por lo que huyeron, abandonándolo todo.
Al entrar a una de las carpas, se pusieron a comer y a beber. También tomaron oro, plata y ropa, y todo eso lo escondieron. Luego entraron en otra carpa, tomaron las cosas que allí había, y fueron a esconderlas. Pero después dijeron: “No estamos haciendo lo correcto. Hoy es un día de buenas noticias. Si nosotros nos callamos y esperamos hasta que amanezca, nos van a castigar. Mejor vayamos al palacio y avisemos de lo que sucede”.
El sabor amargo de los recuerdos y el dolor por la sentencia, hicieron que Giezi recapacitara, porque 7 años atrás, la codicia hacia las riquezas le había condenado al olvido y a la miseria. Otra vez se encontraba frente a la misma prueba, pero no la reprobó sino que determinó en su corazón superarla, y así lo hizo.
Sin importar lo que hiciste en el pasado, recuerda que Dios te ama y que está dispuesto a darte una segunda oportunidad, si te arrepientes verdaderamente de la forma en la que procediste y empiezas a vivir de acuerdo a los principios que nos manda. No sigas actuando solo en función de tus emociones y sentimientos, aprende a dejarte guiar por su Santo Espíritu.
En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos. No hay ley que esté en contra de todo esto. Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos. Gálatas 5:22-24
Si Dios pudo restaurar a Giezi, también puede hacerlo contigo. Dios seguirá perfeccionando tu vida, si tú se lo permites.
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