Vivir la Navidad es algo de todos los días y tiene un precio.
El escáner no dejaba de sonar, mientras la caja registradora marcaba los precios de todos los artículos que la cajera iba pasando. Lo que pensé en ese momento salió de mi boca casi sin darme cuenta: “¡Menos mal que la Navidad es solo una vez al año!” A lo que la cajera contestó: “¡Debería ser cada tres años!”.
Esa conversación no se me ha olvidado… porque en realidad, la Navidad siempre ha costado algo, desde el principio.
A Jesús le costó todo. Un viejo himno navideño dice: “Tú dejaste tu trono y corona por mí, al venir a Belén a nacer…”. El Rey tuvo que despojarse de toda su gloria divina para que la Navidad pudiera ser una realidad, no solo en Belén aquel día, sino cada día en que alguien decide darle morada en su corazón.
María dijo sí a la primera Navidad a riesgo de que José la rechazara, cuando supiera que estaba embarazada y no le creyera cómo había sido. Y eso ni siquiera sería comparable con el dolor que experimentaría al final de la vida de aquel bebé. Le costó un gran precio ser valiente.
José aceptó ser el papá del niño rey de Belén. No estaba en sus planes. Su primer hijo, en realidad no era realmente suyo. Pero dijo que sí. Le costó obediencia y humildad.
Los famosos hombres sabios de Oriente, los llamados magos, viajaron desde lejos con todos los riesgos e incomodidades que una travesía así implicaba entonces, para ser partícipes de la primera navidad. Les costó tiempo, recursos y hasta valor para no obedecer a la orden del rey Herodes.
Los pastores estaban muy tranquilos haciendo su trabajo, cuando los ángeles les interrumpieron. ¿Cuánto caminaron, qué pasó con las ovejas? No sabemos. Les costó salirse de su rutina para ser testigos de la Navidad más grande.
¿Y a nosotros? Dar regalos a otros siempre nos cuesta algo, como dinero, tiempo, algún tipo de trabajo o todas estas cosas juntas. Pero, ¿qué nos va a costar “llegar a Belén” en esta Navidad? ¿Qué nos va a costar estar con Jesús? Nos va a costar un poco de lo de antes y todo a la vez.
- Para seguir a Jesús tenemos que ser valientes como María, porque el rechazo es parte de la opción. Y muchas veces, el dolor también lo es.
- Como a José, nos va a costar obediencia para seguir los planes de Dios y agradarle; y humildad para aceptar que sus planes son siempre mejores que los nuestros.
- También nos va a costar riesgos e incomodidades como a los magos, porque la travesía es larga y difícil, pero como a ellos, al final nos aguarda un regalo tan maravilloso que todo habrá valido la pena.
- Nos costará dejar que Dios nos interrumpa, dejar lo que estamos haciendo e ir a hacer lo que Él nos pide.
La compra de regalos navideños es solo una vez al año y es verdad que nos cuesta; pero vivir la Navidad es algo de todos los días, y también tiene un precio. Gracias a Dios, gracias a Él que no le importó el precio de la primera Navidad. ¿Estamos dispuestos a pagar el nuestro?
Esa conversación no se me ha olvidado… porque en realidad, la Navidad siempre ha costado algo, desde el principio.
A Jesús le costó todo. Un viejo himno navideño dice: “Tú dejaste tu trono y corona por mí, al venir a Belén a nacer…”. El Rey tuvo que despojarse de toda su gloria divina para que la Navidad pudiera ser una realidad, no solo en Belén aquel día, sino cada día en que alguien decide darle morada en su corazón.
María dijo sí a la primera Navidad a riesgo de que José la rechazara, cuando supiera que estaba embarazada y no le creyera cómo había sido. Y eso ni siquiera sería comparable con el dolor que experimentaría al final de la vida de aquel bebé. Le costó un gran precio ser valiente.
José aceptó ser el papá del niño rey de Belén. No estaba en sus planes. Su primer hijo, en realidad no era realmente suyo. Pero dijo que sí. Le costó obediencia y humildad.
Los famosos hombres sabios de Oriente, los llamados magos, viajaron desde lejos con todos los riesgos e incomodidades que una travesía así implicaba entonces, para ser partícipes de la primera navidad. Les costó tiempo, recursos y hasta valor para no obedecer a la orden del rey Herodes.
Los pastores estaban muy tranquilos haciendo su trabajo, cuando los ángeles les interrumpieron. ¿Cuánto caminaron, qué pasó con las ovejas? No sabemos. Les costó salirse de su rutina para ser testigos de la Navidad más grande.
¿Y a nosotros? Dar regalos a otros siempre nos cuesta algo, como dinero, tiempo, algún tipo de trabajo o todas estas cosas juntas. Pero, ¿qué nos va a costar “llegar a Belén” en esta Navidad? ¿Qué nos va a costar estar con Jesús? Nos va a costar un poco de lo de antes y todo a la vez.
- Para seguir a Jesús tenemos que ser valientes como María, porque el rechazo es parte de la opción. Y muchas veces, el dolor también lo es.
- Como a José, nos va a costar obediencia para seguir los planes de Dios y agradarle; y humildad para aceptar que sus planes son siempre mejores que los nuestros.
- También nos va a costar riesgos e incomodidades como a los magos, porque la travesía es larga y difícil, pero como a ellos, al final nos aguarda un regalo tan maravilloso que todo habrá valido la pena.
- Nos costará dejar que Dios nos interrumpa, dejar lo que estamos haciendo e ir a hacer lo que Él nos pide.
La compra de regalos navideños es solo una vez al año y es verdad que nos cuesta; pero vivir la Navidad es algo de todos los días, y también tiene un precio. Gracias a Dios, gracias a Él que no le importó el precio de la primera Navidad. ¿Estamos dispuestos a pagar el nuestro?
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