Toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Gálatas 5:14.
"La juventud quiere amistad y amor". Bajo este título, a principios del año 2000, la prensa informó que un notable científico pedagogo, había llegado a la conclusión de que la juventud del nuevo milenio desea amistad, amor y amabilidad. El científico llama a esto tener una actitud vital positiva, característica de la juventud, pero en seguida, admite que "no se llega a esto sin un cambio de mentalidad".
Él constataba que hoy en día, muchos jóvenes apenas entienden lo que significa exactamente, la responsabilidad social, y se interesan poco por la fidelidad y el amor al prójimo. Ahí está la clave de la cuestión: querer amor no basta cuando uno lo quiere solo para sí mismo. El verdadero amor es el que se da. Y sobre esta base, crece una relación estable que va mucho más lejos que lo que el científico llama "responsabilidad social".
Jesucristo viene a nuestro encuentro con esta clase de amor; un amor tan grande que lo llevó hasta morir en la cruz del Gólgota por todo aquel que en Él cree. En consecuencia, los que en Él creen reciben el perdón de sus pecados y la paz con Dios. En el Salmo 109:4-5 el Espíritu profético describe así los sentimientos del Señor: “En pago de mi amor me han sido adversarios… Me devuelven mal por bien, y odio por amor”.
Quien acepta ese amor y confiesa sus pecados a Jesús le pertenece y puede decir: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Este vínculo de amor abraza a todos aquellos que le pertenecen, y están unidos a Él en una unión indisoluble y eterna.
Jesucristo viene a nuestro encuentro con esta clase de amor; un amor tan grande que lo llevó hasta morir en la cruz del Gólgota por todo aquel que en Él cree. En consecuencia, los que en Él creen reciben el perdón de sus pecados y la paz con Dios. En el Salmo 109:4-5 el Espíritu profético describe así los sentimientos del Señor: “En pago de mi amor me han sido adversarios… Me devuelven mal por bien, y odio por amor”.
Quien acepta ese amor y confiesa sus pecados a Jesús le pertenece y puede decir: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Este vínculo de amor abraza a todos aquellos que le pertenecen, y están unidos a Él en una unión indisoluble y eterna.
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