jueves, 6 de noviembre de 2014

Libre o esclavo

La esclavitud se remonta a edades antiguas. Al parecer, su origen proviene del uso de cautivos de guerra o de las conquistas de aldeas pequeñas, para usar a su pueblo como obreros en trabajos forzados. Aunque también cabe mencionar que otros llegaron a esa condición por deudas contraídas.
La esclavitud se convirtió en una fuente de riqueza y poder. De hecho, varias civilizaciones antiguas tenían como base económica y de crecimiento urbano, la fuerza de trabajo del esclavo.
Pero el paso del tiempo hizo que varios países se alejaran del autoritarismo como sistema de gobierno, creando una cámara del senado y nombrando primer ministro, escogido por el mismo pueblo para que gobernara en el área política. En otros continentes, sobre todo en América y África, las colonias lograron su independencia mediante revoluciones civiles e instauraron un autogobierno.
Después de todos estos cambios, la mayoría de los países comenzaron abolir la esclavitud. Algunos tardaron más que otros, pero se consiguió la tan ansiada libertad para todos.
Aunque ya haya pasado mucho tiempo desde que se terminó la esclavitud física, existen otros tipos de esclavitud, con grilletes a los que les llaman tarjetas de crédito, o jaulas que se llaman préstamos de dinero, o cadenas de lujuria, rejas de adicciones, mazmorras de pecados, prisiones de culpa, calabozos de rencor, cárceles de orgullo, etc. La lista podría ser interminable.
Pero lo peor es que estas formas de esclavitud no sólo lo dejan a uno encerrado, sino que también tienen sus propios métodos de tortura. Las deudas monetarias hacen que uno trabaje para pagarle a otro, o más de uno ha cometido toda clase de fechorías con tal de complacer su adicción, o la mente del esclavo a la pornografía entiende que está mal pero ya no puede dejarlo, etc., en fin, el orgullo te encierra en una profunda soledad.
Gálatas 5:1 dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” (RVR1960). Al leer esta porción de la Biblia, no podemos dejar de notar el tono de advertencia que tiene, posiblemente porque los creyentes de aquella época eran propensos a caer en esclavitud pecaminosa, pero si nos volteamos para ver nuestro entorno, notaremos esa misma actitud en nosotros mismos.
El flujo de personas metidas en problemas por pedir un préstamo, ha crecido extraordinariamente, sobre todo en la última época, y lo peor es que en muchas veces, no se trata de suplir necesidades, sino de complacer caprichos. Algunos estudios afirman que si se empleara las mismas fuerzas en reunir dinero para ahorrar, una persona podría lograr sus metas en menos tiempo y permanecer libre de intereses. Pero por alguna razón, un buen número de individuos prefiere el yugo de la deuda que la libertad del ahorro. Proverbios 22:7 
En otros ámbitos, no de suplir necesidades, es increíble pensar que una persona necesite estar bajo los suplicios del pecado para empezar a buscar a Dios con todo su corazón. Algunos, simplemente, esperan que el vicio que les esclaviza, se convierta en un cuarto de torturas emocionales para empezar a orar; o que sea un común denominador que se empiece a buscar en la Biblia los medios para ser libre, cuando ya toda la familia está metida en problemas, o cambiar la libertad de Dios por otro amo llamado pornografía, al que creemos que podemos dominar, pero lo cierto es que en ese momento se es más prisionero que nunca, etc. Juan 8:34 
Aunque esta realidad parezca tan fatalista, hoy en día y en medio de tanta esclavitud espiritual, el poder de la sangre de Jesús continúa teniendo la autoridad para rescatar a cualquier persona de su prisión. Su Misericordia continúa restaurando matrimonios, economías, relaciones, ministerios, vidas, e incluso liberando a adictos, rompiendo todo tipo de cadenas de vicio y abriendo celdas a los cautivos del pecado. Todo con un solo fin: Libertad completa.
Juan 8:36 “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (RVR1960)
Dos fuerzas pugnan por ti, el pecado y Dios. En medio de esta batalla tú tienes la elección: tener como amo al pecado que te torturará sin piedad, o ser verdaderamente libre teniendo como Señor a Jesús en tu vida.

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