domingo, 30 de noviembre de 2014

Dios ve lo que no vemos

¿QUIÉN ES MATEO?
Era hijo de Alfeo y su otro nombre era Leví (Marcos 2:14, Lucas 5:27). Pero en el barrio también lo conocían como “el publicano”, por su oficio de cobrador de impuestos.
En esa época, ser publicano era sinónimo de “estafador” y “ladrón”, porque el publicano era el encargado de cobrar los impuestos (tributos) del pueblo. Y la gente no los quería porque les robaban cobrándoles de más.
Los publicanos tenían una pésima imagen y una peor fama: eran explotadores, extorsionadores, corruptos y ladrones. Y por lo tanto eran los más repudiados y odiados, al extremo que fueron echados de las sinagogas (las iglesias judías) por sus propios hermanos judíos. Era tal el desprecio que sentían por ellos que los comparaban con los pecadores y las prostitutas. Así era Mateo, un publicano. Y no lo querían en el barrio.
JESÚS VE LO QUE NOSOTROS NO VEMOS
¿Qué hace Mateo (Leví) cuando Jesús lo llama? (verso 9).
Mateo escucha y obedece la voz de Jesús. Deja todo y lo sigue. Decide renunciar a su vida de estafador, ladrón y pecador, para convertirse en un discípulo de Jesús. Pero no en un discípulo mediocre, en uno más del montón, (un poquito con Dios, un poquito con el diablo; un poquito en la iglesia, un poquito en el mundo), ¡no!, sino en el discípulo a quien el Espíritu Santo escogería para ser el escritor del primer evangelio.

Nadie daba nada por Leví, era muy mal visto por todos, y si no hubiera sido por Jesús, jamás hubiera llegado a nada. Pero al que todos despreciaban, Jesús lo amó. Y al que todos rechazaban, Jesús lo aceptó. Y lo mismo hace con nosotros.
¿Quién de nosotros hubiera escogido a esa persona para una tarea  tan espiritual? ¡Ninguno de nosotros! ¿Quién de nosotros hubiera pensado en él para algo importante? ¡Nadie! Excepto si el que lo encuentra es Jesucristo. Porque Jesús ve lo que nosotros no vemos. Jesús no ve al odiado, al despreciado, al pecador. Jesús ve a un discípulo, Jesús está viendo al apóstol. Y a partir de ese momento, el Mateo corrupto y ladrón, el odiado y rechazado Mateo, se transforma, cambia, y ahora es el discípulo Mateo, y luego será el apóstol Mateo y más tarde el evangelista Mateo.
PIÉNSALO
Quizá lo que haces o cómo eres no tenga que ver nada con Leví, pero igualmente, Jesús te desafía a vivir una vida diferente, a cambiar, a ser mejor de lo que eres.
Aunque las personas piensen que no tienes ninguna oportunidad en la vida para triunfar, o que te faltan muchas cosas para ser feliz, que no mereces el amor de nadie, o que eres un pobre loco perdido en sus vicios y pecados, (todo esto también lo pensaban de Mateo (verso 11), Jesús piensa de otra manera. Él no se fija en las apariencias.
A Jesús no le importó cómo vivía Leví, cómo era su casa, si tenía dinero o no. Lo único que vio el Señor, detrás de las apariencias, fue a una persona que no tenía paz, ni alegría, ni la seguridad del amor. Vio a una persona con dinero, pero despreciado por todos. Vio a alguien que estaba enfermo en su corazón (versos 12-13) y que necesitaba ser sanado.
¿Qué ves cuando miras a las personas que te rodean? ¿Qué ves cuando te miras a ti mismo?
¿Te miras tal como Dios te ve ahora, como un hijo de Dios perdonado y santificado, amado y lleno de capacidades, o te miras y te consideras despreciado, rechazado, abusado,
 abandonado?
¿Qué estás dispuesto a hacer para cambiar tu manera de verte a ti mismo y de ver a los demás?
¿Comenzarías creyéndole a Dios?¿Comenzarías perdonando a quienes te han herido y sanando su corazón? ¿Comenzarías mirando lo mejor de las personas y no sus errores y defectos?

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