En primer lugar, la necromancia involucra a los demonios y hace objetivo débil a quien lo practica, del ataque demoníaco. Satanás y sus demonios intentan destruirnos, no dejar impartir en nosotros la verdad o sabiduría. Se nos dice que nuestro "adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1ª Pedro 5:8). En segundo lugar, la necromancia no confía en el Señor para obtener información, el Señor que promete dar sabiduría libremente a todos los que se la pidan (Santiago 1:5). Es muy revelador, porque el Señor siempre quiere guiarnos a la verdad y la vida, pero los demonios siempre quieren llevarnos a mentiras y daños graves.
La idea de que los espíritus de los muertos pueden ser contactados para obtener información es falsa. Aquellos que intentan tal contacto, inevitablemente hacen contacto con espíritus demoníacos, no con los espíritus de sus muertos queridos. Aquellos que mueren van inmediatamente al cielo o al infierno, el cielo si creyeron en Jesucristo como Salvador y el infierno si no lo hicieron. Pablo enseñaba en 2ª Corintios 5:8 la confianza de “estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. No hay contacto entre los muertos, y para los vivos, por lo tanto, buscar a los muertos es innecesario y muy peligroso.
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