Con misericordia y verdad se corrige el pecado. Proverbios 16:6
El Señor Jesús vino a este mundo para traernos “la gracia y la verdad”. Estos dos valores forman una unidad no disociable. Una no puede ir sin la otra, y no se oponen entre sí.
La gracia es el poder de Su amor; amor que condujo a Jesucristo a venir para encontrarse con forma de hombre, en su condición de miseria. Necesitábamos urgentemente esa gracia para no ser condenados rápida y definitivamente. Y al mismo tiempo, Jesús vino a decirnos la verdad sobre las exigencias del Dios santo y sobre nuestro estado pecaminoso; estado de alejamiento y enemistad contra Él.
Dios, quien es muy limpio de ojos para ver el mal (Habacuc 1:13), condena el pecado pero ama al pecador. Dios pudo conciliar su justicia y su amor, cualidades aparentemente discordantes entre sí, haciendo que Cristo llevase la condena que merecía nuestro pecado. En la cruz del Gólgota, cuando Jesús aceptó ser juzgado en nuestro lugar, “la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10).
Cuando el hombre, iluminado por la verdad de Dios, reconoce que es pecador, Dios, a quien le complace perdonar, se da a conocer como “Dios Salvador”. No creer lo que Dios dice en la Biblia es ir directamente hacia el juicio y la muerte eterna. Todos los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos perecen" (2 Tesalonicenses 2:10). Aceptar la verdad revelada en la Biblia, es obtener el perdón y la justicia que Dios nos ofrece gratuitamente.
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