“La fidelidad no se improvisa” fue una
frase magistral que tuve la posibilidad de escuchar meses atrás, en una
conferencia orientada al desarrollo de la sexualidad y la afectividad.
Sin lugar a dudas, seguro que esta
oración no fue muy resonante para muchos de los que compartíamos el auditorio
aquel día, pero para mí tuvo un significado muy profundo y representa el pensamiento que hoy tengo. Hoy, porque parte de reconocer quiénes
somos es reconocer quiénes hemos sido, y lo que he sido no siempre ha sido
coherente con esta cita.
A lo largo de nuestra vida existen muchas y distintas formas de manifestar nuestra fidelidad y lealtad: con la familia, con
la profesión, la fe, la pareja, los sueños, los proyectos, etc. Son infinitas
las facetas en las cuales podemos decidir mantenernos firmes y fieles a
nuestras convicciones. Ser fiel es una decisión que se toma de antemano, no de
improviso ante una situación límite. Yo puedo saber, por ejemplo, si le seré fiel a mi pareja, porque decido serlo antes; de no ser
así, sería muy peligroso, arriesgado e irresponsable. La fidelidad no se
improvisa, se decide.
Enfatizo, porque he estado en las dos
veredas: he improvisado, y me ha ido muy mal, pero también he decidido, y ahí
me ha ido muy bien. Cuando decidimos algo, es como si fuésemos dotados del
poder para cumplirlo y a través de ese poder, logramos manifestar “de qué pasta
estamos hechos”. Todos conocemos algún caso en donde alguien no fue fiel a sus
sueños, convicciones, familia o pareja y terminó en desgracia, porque eso es lo
que pasa con la improvisación; puede salir muy bien, pero hay un riesgo muy
alto de que salga muy mal, pues no se anticipan las consecuencias, y
cuando nos movemos así, nos movemos a ciegas aumentando nuestras probabilidades
de fracaso.
Tómate un tiempo para pensar en qué cosas
aún no eres fiel y logra tomar la determinación de ello. No ser fiel se refiere
a abandonar algo, a cambiarlo por otra cosa o, directamente, a renunciar a
algo. Ser infiel es serlo primero con uno mismo, porque tú mismo traicionas
aquello que un día dijiste que era importante para ti. Cuando somos infieles,
el primer gran daño nos lo hacemos nosotros mismos y ese daño es el más difícil
de reparar.
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