A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Romanos 8:28.
Al final de aquel día, Jesús dijo sus discípulos: “Pasemos al otro lado” (Marcos 4:35). He aquí nuevamente, sus discípulos, pero esta vez Jesús había embarcado con ellos en medio de una tempestad en el mar de Galilea.
Los discípulos empezaron a temer por su vida. Pero si Jesús estaba con ellos, ¿qué podía ocurrirles? Pese a esto, en su angustia despertaron a Jesús, quien en un instante apaciguó los vientos. ¡Cuántos progresos hicieron esa noche los discípulos de Jesús! Ellos no tenían el recurso más apropiado frente a ese peligro, de hecho no tenían ninguna posibilidad, pero aprendieron a conocer la autoridad y el poder de su Maestro, y también a recibir su dulce reproche: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
¿Cuántas veces ciertos acontecimientos que no habíamos previsto, y menos aún deseado, nos hunden en el temor, la angustia o el apuro? Esto no quiere decir que Dios esté en contra de nosotros, sino que esas circunstancias son conocidas y permitidas por el Señor. Él está presente como en la barca, para ayudarnos a atravesar esos momentos difíciles de la vida y enseñarnos algo de su grandeza y amor. De esta forma, tanto los acontecimientos más pequeños como los más importantes están en las manos del Dios que nos ama. Con sabiduría, Él permite que sus hijos atraviesen las tempestades sin temor ni angustia, sino apacibles y seguros de su fidelidad. ¡Confiemos completamente en Él! (1 Pedro 5:7).
¿Cuántas veces ciertos acontecimientos que no habíamos previsto, y menos aún deseado, nos hunden en el temor, la angustia o el apuro? Esto no quiere decir que Dios esté en contra de nosotros, sino que esas circunstancias son conocidas y permitidas por el Señor. Él está presente como en la barca, para ayudarnos a atravesar esos momentos difíciles de la vida y enseñarnos algo de su grandeza y amor. De esta forma, tanto los acontecimientos más pequeños como los más importantes están en las manos del Dios que nos ama. Con sabiduría, Él permite que sus hijos atraviesen las tempestades sin temor ni angustia, sino apacibles y seguros de su fidelidad. ¡Confiemos completamente en Él! (1 Pedro 5:7).
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