Te alaben, oh Señor, todas tus obras. Salmo 145:10.
Formidables, maravillosas son tus obras. Salmo 139:14.
Contaré las obras del Señor. Salmo 118:17.
En un año, el corazón del ser humano realiza más de 36 millones de pulsaciones. Durante cada minuto de nuestra vida, nuestra sangre renueva 175 millones de corpúsculos sanguíneos. El cuerpo humano contiene más de 200 huesos de distintos tamaños y formas, y más de 500 músculos, alimentados cada uno por vasos sanguíneos específicos y gobernados por nervios especiales.
Es comprensible que el autor del Salmo 139, al alabar a Dios como Creador, exclamara al pensar en la complejidad y la perfección del cuerpo humano: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien”.
Además, David deseaba estar en íntima comunión con ese Dios todopoderoso, y ahí es donde se halla la bendición para nosotros; por eso agrega en los dos últimos versículos del Salmo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.
¿Es ésta también la oración de cada uno de nosotros? Maravillados ante la perfecta sabiduría de nuestro Creador, ¿pensamos en nuestra responsabilidad de andar ante Él con temor de Dios? Sólo Él puede conducir por el camino eterno al alma que confía en su amor y que ha sido redimida por la obra de Jesucristo.
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