martes, 19 de agosto de 2014

¡No alimentes cobras!

Cuentan que en cierta ocasión, un europeo que visitaba una aldea en la India, discutía con un lugareño y mientras lo hacía, se apoyaba contra el muro de una casa. De repente una mujer salió del lugar gritando muy agitada:
-  ¡Aléjese de aquí!
-  Pero, ¿por qué? – preguntó el europeo, sorprendido.
-  ¿Ve usted esta hendidura en el muro? Dentro de algunos minutos saldrá una cobra por ahí para beber este tazón de leche que le he preparado, pues es un animal sagrado al cual hay que complacer.
El hombre no se hizo de rogar, retrocedió unos pasos y aguardó curioso e inquieto a la vez.
Pronto la cabeza de la cobra apareció y su largo cuerpo se desenrolló. Tomó la leche hasta la última gota y se metió otra vez por la hendidura.
Algunas semanas más tarde, el europeo volvió por la aldea y cuando pasaba por la casa donde había visto a la cobra, se encontró con el propietario vestido de luto.
- Mi esposa ha muerto, dijo él, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
- ¿Ha muerto? ¡Pero, me pareció que gozaba de buena salud!
- Sí, pero la cobra la mató. Tomaba su leche como de costumbre, cuando por descuido mi esposa la tocó con su pie. El animal se dio vuelta y la mordió. Poco tiempo después ella murió.
En muchas ocasiones vemos el pecado como algo inofensivo, creemos tenerlo bajo control. Algunos lo alimentan con mucho cuidado, como la mujer del relato, pensando que así estará tranquilo y nunca los dañará. Sin embargo, lo cierto es que no debemos jugar nunca con las tentaciones y los pecados, por el contrario, en estos casos, es de inteligentes huir.
No te pongas a medir fuerzas con el diablo. Aunque en Cristo somos más que vencedores, también se nos exhorta a resistir al diablo: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” Santiago 4:7 (NTV)
No es sabio ni coherente criar a un animal que puede acabar con tu vida en cualquier momento. Del mismo modo, no es sensato cuidar con esmero la envidia, los celos, la amargura, la mentira, los vicios y tantas cosas más que solamente terminarán por robarte la paz, el gozo, tus sueños, tu familia e incluso tu relación con Dios.
Antes de alimentar a todas esas cobras que acabarían con tu vida, deberías esmerarte más en buscar y cultivar los frutos del Espíritu Santo.
“En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!" Gálatas 5:22,23 (NTV)
Si has estado criando una cobra como si fuera una mascota, es tiempo de deshacerte de ella, no vaya a ser que después sea demasiado tarde y termine matándote.

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