miércoles, 20 de agosto de 2014

Newton y el Imán - Reflexiones

Cierta vez preguntaron a Isaac Newton, cómo el polvo esparcido de un cuerpo sepultado podría ser juntado de nuevo para formar un nuevo cuerpo.
Newton tomó un imán y se aproximó a un montículo de polvo de hierro mezclado con arena. Inmediatamente, las partículas de hierro se separaron de la arena. Su respuesta a la pregunta fue: “Aquel que concedió este poder al imán, no sería capaz de un poder mayor, como el de juntar el polvo de nuestro cuerpo en un cuerpo glorioso?
La respuesta de Newton aún no nos confirma la certeza de la resurrección. Ésta, solo la fe en Jesús la puede dar.
En 1 Corintios 15, Pablo procura profundizar en esta fe, demostrando cómo ella ayuda a vencer a todos los enemigos. De éstos, el último en ser vencido es la muerte, que ya no tiene más poder de herirnos, nada más que sirve como puerta para entrar en la vida eterna.
Un soldado cristiano, acostado de espaldas en una trinchera, en medio de un fuego cruzado con el enemigo, oró ansioso por liberación. Miró al cielo estrellado y se acordó de su Creador, que aún vive y gobierna el mundo. Pidió que su voluntad fuese hecha y así, volvió la paz a su corazón. Hasta que llegó la mañana y, también, la victoria sobre el enemigo.
Cuántas victorias semejantes no fueron alcanzadas por no tener la fe en Jesús y en su resurrección, especialmente en la hora de la muerte. Por contra, cuántos cristianos recibieron, y aún reciben, el poder de entregar tranquilamente su alma a Dios, con la certeza de un encuentro definitivo con Jesús.
“Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” 1ª Corintios 15:57
Esta victoria es nuestra. Por tanto, continuemos fuertes y firmes en el servicio al Señor.

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