La junta de directores de una compañía petrolera buscaba un dirigente para su nueva planta en China. El puesto tenía cuatro requisitos principales:
1) edad de alrededor de 30 años;
2) buena preparación académica;
3) experiencia y capacidad probadas; y,
4) buen dominio de la lengua china.
En una reunión que se prolongó toda la noche, consideraron varios candidatos pero ninguno reunía todas las cualidades. ¿Qué hacer?
En eso, un oficial de personal propuso a uno que consideraba apto para el puesto. Tenía 28 años, era graduado en tres universidades, primero de su clase en una de ellas, y vivía en China, en la ciudad misma donde proyectaban abrir la nueva oficina. A todo esto se sumaba el que llevaba tres años de prácticas y estudio del idioma y era considerado una persona de confianza entre el pueblo chino.
Ante la pregunta de cuánto era el salario actual de un joven tan bien preparado, todos se sorprendieron al saber que ganaba un salario mínimo de unos 100 dólares al mes.
El director general exclamó: — ¡Imposible! ¡Tiene que haber un error!
A lo cual el oficial de personal respondió: —Sé que parece ridículo, sí. Es que mi amigo es misionero.
La junta no tardó en decidir: —Vaya usted a China y ofrézcale el puesto con 1.500 dólares por mes. Si acaso no acepta, ofrézcale $2.000, y hasta $2.500 si fuera necesario.
El funcionario fue a China, pues, y explicó la situación a su amigo. Le ofreció el empleo con un salario de $1.500. Cuando el misionero se negó, le ofreció $2.000, y, por fin, $2.500. Pero el joven rechazó todas las ofertas.
Perplejo, el funcionario preguntó: — ¿Y cuánto quieres? ¿No consideras que son buenas cantidades?
A lo cual el misionero respondió: —No es por el dinero. El salario es bueno, yo diría que hasta magnífico. Pero, el trabajo es muy poco. Me ofrecen un sueldo grande para un trabajo que no lo justifica. Es poca mi paga actual, pero tengo un trabajo muy grande y lo prefiero, incluso con un salario mezquino, antes que hacer poco y ganar mucho. Agradezco su oferta, pero realmente yo sería un necio si dejara de ganar almas para el cielo por trabajar para vender petróleo.
Pablo, misionero del primer siglo, estaría muy de acuerdo:
A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor… pronto estoy a anunciaros el evangelio… no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. (Romanos 1:14-16)
La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. (Lucas 12:15)
¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Mateo 16:26)
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