lunes, 7 de julio de 2014

La última tentación - Tentado con doble propósito (2)

No hay tentación sin propósito. Toda tentación tiene un doble propósito. Uno negativo y otro positivo. 

-Propósito negativo: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo” (Lucas 4:1-2 NVI). El Señor, primero, fue bautizado y lleno del Espíritu. El evangelista Marcos agrega que “Enseguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto”. El hecho de que la tentación viniera inmediatamente después de su bautismo y llenura tiene un profundo significado. El tentador buscó la oportunidad de obstaculizar la realización de la tarea, confirmada para Jesús en el bautismo, la tarea de un ministerio lleno del Espíritu. El tentador trató de derrotarlo para llevarlo a la desobediencia a Dios, y así convertir su tarea encomendada en una misión imposible. El tentador, como lo hizo con el Señor Jesús, siempre quiere llevarnos a la desobediencia, a vivir fuera de los principios de Dios. 

-Propósito positivo: “y fue llevado por el Espíritu al desierto”. Allí fue tentado. “¿Por qué el Espíritu lo llevó allí donde sería tentado?” No olvidemos nunca dos cosas: primero, Dios controla todo lo que ocurre, Dios quería que fuera así, y segundo, las pruebas, tentaciones y crisis, son herramientas en sus manos para construir el carácter de sus hijos. 

Toda tentación tiene, además de un propósito negativo diseñado por el tentador, un propósito positivo permitido por Dios. El propósito positivo se contempla como cuando recordamos que Adán perdió su libertad, su propósito en la vida y su pureza en una tentación en el jardín, según el libro de Génesis; y Jesús, como el segundo Adán, venció la tentación en un desierto. El primer propósito, positivo, fue recuperar en un desierto lo que el primer hombre, al ceder a la tentación, perdió en un jardín. La tentación no es tan mala cuando se ve desde la perspectiva de Dios. Vencer la tentación diaria puede ser el camino para recuperar lo que perdimos en circunstancias mejores, por nuestra desobediencia. 
Se puede preguntar, entonces: “¿Hay una segunda oportunidad con Dios? Porque yo una vez cometí un terrible pecado y no me puedo levantar”. -“Nuestro Dios es Dios de oportunidades. Hay una segunda oportunidad. Quizás lo que perdió en el jardín va a tener que rescatarlo en el desierto de la soledad, la sequedad, el dolor y la pena, pero allí puedes vencer y recuperarlo”. El paraíso se perdió en un jardín y se recuperó en un desierto. 
En el contexto de la Biblia que dice “fue llevado… para ser tentado por el diablo”, la palabra tentado en griego es peirasthēnai (πειρασθῆναι), que sugiere “propósito”. Jesús experimentaría de esa manera, que el Espíritu no solo nos guía a cosas buenas sino también a confrontar las malas. Hay cosas malas que se tienen que confrontar y, a veces, la tentación experimentada es una oportunidad no para caer en las cosas malas, sino para confrontarlas; y no hay mejor manera de hacerlo que con un definitivo y rotundo no. Probablemente en tu mente dices: “Un momento, espere un momento". Pero la Biblia me dice que el Espíritu llevó a Jesús para ser tentado. Y ¿cómo se concilia esa declaración con la expresión de Santiago 1:13 que dice: “Dios no puede ser tentado por el mal y ni él tienta a nadie”? No es una contradicción, ya que el verbo tentar, en griego peirazō (πειράζω), es usado de dos maneras, en un sentido malo y en un sentido bueno. Un sentido malo cuando alguien, como el tentador, tienta para hacernos desobedecer, y en un sentido bueno cuando Dios nos prueba para revelar y desarrollar nuestro carácter interno, y la tentación de Cristo fue una prueba consentida por el Padre. Porque Dios, que es soberano, en última instancia está en el control. 

Un mismo evento puede ser una tentación del tentador y, a la vez, una prueba divina para revelar y desarrollar nuestro ser interno. Un ejemplo de todo esto es el caso de José, en el libro de Génesis, cuando sus hermanos, que planearon matarlo, decidieron venderlo a una caravana de mercaderes y, finalmente, terminó en la cárcel por no ceder a la tentación. Al pasar los años y encontrarse con sus hermanos, José declaró estas poderosas palabras: Yo soy José, el hermano de ustedes, a quien vendieron a Egipto. Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas. Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. –Génesis 45:4-5; 50:20 (NVI) Esta fue la clase de tentación o prueba que Dios Padre permitió en su Hijo Jesús en el desierto, así como probó a Adán en el jardín y falló, y como probó al pueblo de Israel durante cuarenta años y también falló. Pero Jesús fue probado por cuarenta días, no en un jardín sino en un desierto, y venció, recuperando así lo perdido. De la misma manera puedes vencer en el desierto de tu vida lo que perdiste en el jardín de la prosperidad, el éxito o la buena familia. Puede ser tuyo otra vez si vences. Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes? ¡A menos que fracasen en la prueba! Pedimos a Dios que no hagan nada malo, no para demostrar mi éxito, sino para que hagan lo bueno, aunque parezca que nosotros hemos fracasado. Pues nada podemos hacer contra la verdad, sino a favor de la verdad. De hecho, nos alegramos cuando nosotros somos débiles y ustedes fuertes; y oramos a Dios para que los restaure plenamente. –2 Corintios 13:5-9 (NVI) 


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