Dios sorprendió a Pedro mientras oraba, mostrándole un lienzo y ordenándole tres veces que matara y comiera incluso algunos animales inmundos, que Dios mismo había prohibido que se comieran. La sorpresa de Pedro fue grande cuando dijo: “Señor, nunca he comido algo inmundo”, y Dios le dijo: “Lo que yo he limpiado no lo llames tú inmundo”. Este caso, en el cual Dios parece contradecirse o saltar la barrera, en realidad, es un ejemplo de una situación única, ya que estaba preparando el camino para un encuentro único entre Pedro y un gentil, llamado Cornelio.
Como siervos, podemos intentar ponernos en piel ajena, sin tener en cuenta que lo que hizo estaba encuadrado en una situación única. Podemos forzar la clave, pero siempre encontraremos que los resultados son diferentes. David dijo: “Oh, Rey, tu armadura fue exacta para las situaciones únicas que has vivido como guerrero, pero yo estoy viviendo mi propia situación única, que no se va a repetir; y esta situación exige que yo renuncie a tu armadura y que vaya contra ese filisteo con otras armas que encajan para esta situación”. Regularmente, la historia de la Iglesia nos muestra cómo un movimiento único se institucionaliza para perpetuarse, pero queda solo la forma porque el espíritu ya no está; y todo porque ese fue un movimiento único, sin repetición posible. Necesitamos comprender que Dios crea, aprovecha o produce situaciones únicas, cuando nos lanza a una transición ministerial por los senderos ocultos del valle espiritual.
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