sábado, 21 de junio de 2014

¡Quiero ser feliz!

Si quieres ser feliz, no busques en el lugar equivocado, busca a Dios, solo en Él encontrarás todo lo que necesitas.


La búsqueda de la felicidad ocupa en todos los seres humanos, el primer lugar en la escala de motivación. Todos compartimos el mismo deseo, la misma filosofía. El objetivo principal en la vida es ser felices.

Nadie desea vivir para sufrir o para lamentar cada paso que dé. Nuestro mayor deseo es encontrar la senda que conduce a la felicidad verdadera, la prosperidad que satisface el alma y deleita el espíritu, brindándonos paz sin medida.

Salomón fue el rey más sabio y próspero de todos los reyes de Israel (Eclesiastés 1:16). Antes y después de él, ningún rey gozó de tanta sabiduría, ciencia y prosperidad. Él se dedicó a buscar el significado de las cosas y particularmente, el verdadero significado de la vida y la felicidad.
Pero a diferencia de los filósofos de la antigüedad, Salomón tenía una perspectiva más amplia y completa sobre la vida y la esencia de la felicidad. Los grandes filósofos griegos por ejemplo, buscaban también respuestas a todos los interrogantes referentes a la existencia y la felicidad, pero sus conocimientos provenían fundamentalmente de la gran capacidad de observación y análisis que poseían. En cambio, Salomón no solo fue dotado de una mente brillante, capaz de hacer conjeturas precisas y detalladas, sino que a ella le agregó la experiencia personal (Eclesiastés 2:3); él no solamente veía cómo se hacían o desarrollaban determinadas cosas, sino que también, debido a su gran riqueza y posición de liderazgo, pudo experimentarlas en su vida personal.
Según el relato bíblico, no se privó de nada. Entregó su vida a los placeres, a la adquisición de bienes materiales, y su fama superó a la de todos sus contemporáneos. 
Nunca hubo en Israel, ni antes ni después, un rey como él. Además, podríamos agregar que cuando escribió este libro, el libro de Eclesiastés, del cual estamos tomando la base de este mensaje, Salomón estaba en la etapa final de sus días, no a punto de morir, sino más bien en su etapa de madurez. Esto le da a su punto de vista peso y equilibrio, ya que en esta etapa sabemos qué es lo que tiene verdadero valor en la vida. Siempre es bueno prestar atención a la gente mayor, a sus consejos, a sus vivencias, ya que podemos comprender en pocos instantes, lo que a ellos les llevó años aprender, quizá toda una vida.

¡Mira! Haz un ejercicio. Toma un bolígrafo, un papel y escribe una lista con 20 cosas que te gustaría hacer, tener o ser en la vida y que crees que te darían felicidad si pudieras hacerlas realidad. Después de elaborar la lista, imagina que estás en los últimos momentos de tu vida... ¿cuántas cosas de tu lista tendrían realmente valor? ¿Cuántas de estas cosas lamentarías realmente no haber hecho, y las consideras ahora que estás a un paso de la eternidad?
Normalmente, en esos momentos las personas no se lamentan por no haber tenido la casa de sus sueños o el coche último modelo que tanto deseaban. En esos momentos posiblemente lamentemos lo que no dijimos, o lo que no hicimos, como por ejemplo pedir perdón a aquellos que herimos con nuestras palabras, hechos o actitudes, perdonar a quienes nos hirieron, pasar más tiempo con nuestros seres queridos, haber ayudado más a quienes necesitaban de nosotros, habernos esforzado más en nuestro matrimonio o en nuestra relación con Dios, etc.

La falta de dinero es una de las razones más habituales, que la gente argumenta para explicar su insatisfacción en la vida. Muchos dicen "Si tuviera suficiente dinero haría esto o aquello y entonces sería realmente feliz". Pero muchas de esas personas, cuando llegan a tener ese dinero, no realizan sus sueños y siguen siendo igualmente desdichadas, lo que prueba que su problema no era la falta de dinero. Buscaron opulencia y más tarde, después de conseguirla, descubrieron que todavía son infelices. Muchos, en el intento de alcanzar algún logro en su vida, olvidan la parte más importante de ella. Otros, después de conseguir algún tipo de éxito, deciden abandonar sus hogares separándose de sus familias, para comenzar otra vida, creyendo encontrar en ella la verdadera felicidad. Pero con el paso del tiempo, los que siguen este camino llegan a la misma conclusión, que la senda iniciada, solo era una ilusión, y de allí en adelante llevan una vida de sufrimiento y dolor.
Es normal confundir posesiones de bienes terrenales, poder y riquezas, con triunfo y felicidad.
Obviamente, el dinero no hace la felicidad como tampoco la hace la ausencia del mismo. De hecho es bueno poseer dinero, lo malo es que el dinero te posea a ti. La esencia de la vida no se esconde en el dinero ni en los bienes materiales; son necesarios pero nunca elementales.

Salomón tuvo claro este concepto y también fue directo en relación a las riquezas y a los placeres de esta vida. Su conclusión fue la siguiente "...he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu y sin provecho debajo del sol." (Eclesiastés 2:11)
Comprendió también, que no hay felicidad en esta vida separados de Dios, ya que Él nos brinda la capacidad de disfrutar todas las cosas (Eclesiastés 2:24).

Lamentablemente, muchos tienen un vacío tan grande en sus corazones, que no encuentran satisfacción prácticamente en nada. Dinero, popularidad, bienes materiales, éxito laboral o ministerial, logros académicos, vacaciones, placeres, etc..., nada de ello puede aliviar o satisfacer su profunda necesidad interior. En cambio, cuando la plenitud de Dios llena tu alma, descubres la felicidad en las cosas simples de esta vida.
Salomón concluye su enseñanza con el siguiente resumen "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre." (Eclesiastés 12:13)

Si quieres ser feliz, no busques en el lugar equivocado, busca a Dios, ámalo con todo tu corazón, síguelo, solamente en Él encontrarás todo lo que necesitas para ser verdaderamente feliz...
"prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian..." (Salmo 34:8)

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