domingo, 8 de junio de 2014

Algunas formas modernas de idolatría

Todas las diversas formas de idolatría moderna tienen una cosa en común, una característica propia: uno mismo. La mayoría de la gente ya no se arrodilla ante ídolos e imágenes, pero se adora ante el altar del dios, que presuponen, son ellos mismos. Esta marca de la idolatría moderna toma diferentes formas.

En primer lugar, adoramos ante el altar del materialismo, que alimenta nuestra necesidad de aumentar nuestro ego a través de la adquisición de más "cosas"; nuestros hogares están llenos de toda clase de bienes, construimos casas más y más grandes, con más armarios y espacios de almacenamiento para guardar las cosas que compramos, muchas de las cuales incluso no hemos pagado aún; la mayoría de nuestras cosas tiene una "obsolescencia programada" inherente en ellas, por lo que son inútiles al
 poco tiempo, y así las colocamos en el garaje o en otro espacio de almacenamiento. Y nos volvemos a apurar en comprar esa cosa, ropa o aparato más nuevo,... y todo el proceso vuelve a empezar. Este deseo insaciable para más, mejor y nuevo, no es nada más que codicia. El décimo mandamiento nos dice no caer víctimas de la codicia: “No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.” (Éxodo 20:17). Dios sabe que nunca estaremos alegres satisfaciendo nuestros deseos materialistas, porque el materialismo es una trampa de Satanás para mantener nuestro enfoque en nosotros mismos y no en Dios.

En segundo lugar, adoramos ante el altar de nuestro propio orgullo y ego. Esto, a menudo toma la forma de una obsesión por acabar carreras y obtener nuevos cargos. Millones de hombres y mujeres pasan de 60 a 80 horas a la semana en el trabajo. Incluso los fines de semana y durante las vacaciones, nuestros ordenadores están zumbando y nuestras mentes girando, con ideas de cómo hacer nuestras empresas más exitosas, cómo conseguir ese ascenso anhelado, cómo conseguir ese aumento de sueldo, o cómo cerrar el próximo trato. Mientras tanto, nuestros hijos adolecen de la atención y amor necesarios. Nos engañamos pensando que estamos haciéndolo todo por ellos, para darles una vida mejor. Cuando la verdad es que lo estamos haciendo por nosotros mismos, para aumentar nuestra autoestima al aparecer más exitosos ante los ojos del mundo. ¡Es de locos! 

Pero todos nuestros trabajos y logros no serán de ninguna utilidad para nosotros después de morir, como tampoco la admiración del mundo, porque estas cosas no tienen ningún valor eterno. Como el rey Salomón dijo, "pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo. ¡Es absurdo y un mal enorme!, pues, ¿qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!" (Eclesiastés 2:21-23).

En tercer lugar, idolatramos la humanidad y, por extensión, a nosotros mismos, a través del naturalismo y el poder de la ciencia. Esto nos ilusiona con la idea de que somos los señores de nuestro mundo y aumenta nuestra autoestima con proporciones casi divinas. Rechazamos la Palabra de Dios y Su descripción de cómo Él creó los cielos y la tierra, y aceptamos el sinsentido de la evolución y el naturalismo. Abrazamos a la diosa del ecologismo y nos engañamos pensando que podemos preservar la tierra indefinidamente, cuando Dios ha declarado que la tierra tiene una vida útil limitada y durará sólo hasta el fin de los tiempos. En ese momento, Él destruirá todo lo que ha hecho y creará un cielo y una tierra nuevas. "Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán con el calor de las llamas. Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia.” (2 Pedro 3:10-13). Como este pasaje dice muy claramente, nuestro foco no debería estar en adorar el ambiente sino en llevar vidas santas, mientras esperamos ansiosamente el regreso de nuestro Señor y Salvador. Sólo Él merece ser adorado.


Finalmente, y tal vez más destructivo, adoramos en el altar del agrandamiento propio o la realización de uno mismo, con la exclusión de todos los demás, sus necesidades y deseos. Esto se manifiesta en la propia 
indulgencia a través de alimentos, drogas y alcohol. Los países ricos tienen acceso ilimitado a alcohol, drogas (el consumo de drogas está en un nivel muy alto, incluso entre los niños) y alimentos. Esto conduce a la obesidad, la diabetes y otros problemas. El control de uno mismo, que tan desesperadamente necesitamos, es despreciado en nuestro insaciable deseo de comer, beber y medicar o drogarnos más y más. Nos resistimos a todo tipo de esfuerzo para frenar nuestros apetitos, y estamos decididos a ser el dios de nuestras vidas. Esta mentalidad tiene su origen en el jardín del Edén, donde Satanás tentó a Eva a comer del árbol con las palabras "seréis como Dios" (Génesis 3:5). Desde entonces, este ha sido el deseo del hombre, el de ser Dios. Esta adoración de uno mismo es la base de toda la idolatría moderna.

Toda idolatría de uno mismo tiene su base en los tres deseos encontrados en 1 Juan 2:16: "Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo." Si queremos escapar de la idolatría moderna, tenemos que admitir que es reptadora y rechazarla en todas sus formas. No es de Dios sino de Satanás. La mentira de que el amor a uno mismo traerá realización, es la misma que Satanás ha estado diciendo desde que mintió a Adán y Eva. Lamentablemente, todavía estamos cayendo por ella. Incluso más triste es que, muchas iglesias están propagándola en la predicación del Evangelio de la salud, riqueza y prosperidad, basando esa propagación en el ídolo de la autoestima. Pero nunca encontraremos felicidad centrándonos en nosotros mismos. Nuestros corazones y mentes deben estar centrados en Dios y en otros. Por esta razón, cuando se le preguntó ¿cuál es el mayor mandamiento?, Jesús respondió, "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente.” (Mateo 22:37). Cuando amamos al Señor y a otros con todo lo que está en nosotros, no habrá cabida 
para la idolatría en nuestros corazones.


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