domingo, 27 de abril de 2014

Los años

 Los días pasan muy lentos y los años tan rápido...”. Esta sentencia me hace darme cuenta de que ocuparse de los períodos de tiempo es algo propio de la edad, junto con la preocupación por la salud y el estado del tiempo. Los años asientan en el libro de la vida, los cambios que se producen en las horas y los días. Son el balance general que refleja las ganancias y pérdidas, del ejercicio comprendido entre los primeros albores de enero y los últimos destellos de diciembre.
Los años nos permiten recordar en general, mientras que las horas y los días nos entregan los datos particulares, las experiencias específicas. Los años nos hablan de la niñez, la juventud, la vida adulta. Se refieren a la existencia. Son la pincelada gruesa de las épocas de amor, los sueños, los aciertos y las derrotas. El detalle exacto es aportado por las horas y los días.
Los años registran las etapas del ser con una fidelidad que a veces nos asusta, porque las van depositando en el rostro, en los matices de la voz, en la postura del cuerpo, en el dorso de las manos, y no podemos soslayar el hecho de que nos vamos poniendo viejos. Con los años, las cosas que antes nos parecían insignificantes, como la pérdida de un botón o una puerta que no cierra bien, acaban por ser asuntos que nos pueden tener ocupados toda una mañana.
Los años agudizan los hábitos; se vuelven carácter e imagen patente de lo que elegimos día a día. Se van inscribiendo fielmente en el cuerpo, y así, los ojos perceptivos pueden notar quiénes somos realmente. ¿Uno ve caras y no corazones? ¡Ufff!, parece improbable. Hay algo en nosotros, que casi siempre percibe lo real. Puede ser que no queramos verlo o nos parezca sólo una tentación de la mala fe. Pero parece que siempre lo vemos.
Con los años puede pasar que nos vayamos acomodando a las cosas para mantener nuestra conformidad; o bien puede que, nos vayamos volviendo más sensibles y rebeldes al orden establecido. La resignación puede garantizarnos una vida tranquila; la rebeldía siempre nos desordena todo. Los años y la experiencia nos tientan siempre a cambiar de lado.

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