Se entiende por agonía el estado previo a la muerte, una pena o aflicción extrema, un agotamiento que indica el final de algo, angustia o dolor intensos, decadencia de un movimiento...
Todo lo anterior demuestra lo que implica la palabra agonía. Agonía viene de la palabra griega “ago”, la cuál describía el lazo que se ponía en el cuello de un animal para guiarlo.
El Apóstol Pablo, escribiéndoles a los Romanos les dice: “Los que son guiados por el Espíritu, estos son hijos de Dios”, la palabra que Pablo usa como “guiados”, es “ago” o “agonía”.
No es fácil ser dirigidos por el Espíritu Santo. La razón es porque nosotros, los seres humanos, queremos andar en nuestros propios caminos, pero cuando somos hijos de Dios, ya no podemos andar en nuestros caminos, porque el Espíritu Santo nos arrastra para llevarnos al camino correcto, y eso produce agonía.
Es un dolor del alma, pero sabemos que los resultados, si obedecemos, son óptimos.
Que este día sea una oportunidad para retomar nuestra decisión de obedecer al Espíritu Santo y seguirlo, aunque esto produzca agonía.
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