miércoles, 23 de abril de 2014

¿Enseña la Biblia realmente que las personas están predestinadas a ir al cielo o al infierno?

La Biblia no es fatalista. De principio a fin es un libro de esperanza y Dios ha dado a todo el mundo la capacidad de elegir. Nosotros no gobernamos a Dios; Él nos gobierna a nosotros.

Es verdad que versículos como Juan 6:44-45, Hechos 13:48 y Efesios 1:4-5 enseñan que, no podemos acudir a Dios a menos que Él primero nos atraiga a Sí mismo. Estos pasajes enseñan claramente que, los que escogen a Cristo, son personas destinadas de antemano a ser hijos eternos de Dios. Otros pasajes enseñan que, la voluntad humana es tan caída y cautiva del pecado, que sólo el Espíritu de Dios puede dar a la persona el deseo de conocer a Dios y ser liberada por Él.

Esta es una problemática difícil, y no sólo para la gente de fe. El principio del determinismo constituye, por un lado, una gran paradoja, que ha desafiado la explicación, no sólo de teólogos cristianos sino también de filósofos ateos. Ambos frentes han luchado con dos aspectos aparentemente irreconciliables de la experiencia humana: la libertad y el determinismo (teoría del origen-consecuencia de los fenómenos naturales).

La Biblia sostiene ambos lados en tensión, sin tratar de resolvernos el problema. Aunque enseña que Dios tiene el control de su universo, así mismo, las Escrituras dicen que igual de claro que Él ofrece salvación a todos, también los hace a todos responsables de la verdadera elección de aceptar o rechazar su
 oferta.

Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:3-4).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El (Juan 3:16-17).

El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero (1 Juan 2:2).
La Biblia no es fatalista. De principio a fin es un libro de esperanza y Dios ha dado a todo el mundo la capacidad de elegir. Sin embargo, en medio de nuestras opciones está la verdad: nosotros no gobernamos a Dios; Él nos gobierna a nosotros. No somos soberanos; Él sí. Somos responsables de escogerle a Él, pero estamos tan caídos en nuestro propio pecado, que cuando le escogemos, percibimos que Él nos lo ha permitido hacer misericordiosamente.

El sabio rey Salomón escribió acerca de esta paradoja cuando dijo:
La mente del hombre planea su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos (Proverbios 16:9).
Por el SEÑOR son ordenados los pasos del hombre, ¿cómo puede, pues, el hombre entender su camino? (Proverbios 20:24)


Sólo el Creador eterno e infinito, es capaz de reconciliar ambos lados del misterio. Como escribiera Pablo en su Carta a los Romanos:
¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la mente del señor?, ¿o quién llegó a ser su consejero?, ¿o quién le ha dado a el primero para que se le tenga que recompensar? Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén (Romanos 11:33-36).



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