viernes, 7 de marzo de 2014

Corazones endurecidos

Darle la espalda a la Palabra de Dios es el fruto de una decisión.
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:
Si oyereis hoy su voz,
3:8 No endurezcáis vuestros corazones,
Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,
3:9 Donde me tentaron vuestros padres; me probaron,
Y vieron mis obras cuarenta años. Hebreos 3:7-9
El autor de Hebreos nos exhorta a prestar mucha atención a lo que Dios nos ha hablado por medio de Cristo. También nos anima a examinar minuciosamente a la persona de Jesús para imitar su forma de actuar. Estas dos recomendaciones ayudarán a evitar que nos desviemos de la verdad.

A medida que avanza la carta, el autor se acerca cada vez más a la raíz del problema que debemos combatir. En el texto anterior nos exhorta a que "no endurezcamos los corazones",  proceso que está totalmente en nuestras manos. No podemos reprocharle a otros nuestra tozudez espiritual, porque es el fruto de una decisión tomada en lo más íntimo de nuestro ser. La frase "endurecer el corazón" podría traducirse como volverse terco, asumir una postura de obstinación, empecinarse en una actitud de intransigencia. 


Debemos prestar especial atención al condicional que precede a la exhortación: "Si ustedes oyen hoy su voz…". Es decir, el endurecimiento, o como queramos argumentar, no se produce porque Dios no nos haya hablado, sino precisamente porque sí lo ha hecho. El problema es que en ocasiones no nos gusta lo que nos dice, porque su Palabra siempre implica una llamada
 a alinearse con su verdad. Y si llega este llamado es porque existe un estado que debemos modificar.
El endurecimiento de corazón es más que rehusarse a hacer lo que Dios nos está pidiendo...
...El endurecimiento es invertir nuestra posición, dictándole nosotros al Señor lo que Él tiene que hacer. En una actitud de absoluta irreverencia, implica la gran batalla de ver quién pronunciará la última palabra en nuestra vida. 
Y lo que implica la palabra "tentar", con la que el autor asocia el proceso de endurecimiento, el sentido de ella, implícito en esos versos, es someter a otro a prueba para conocer su verdadera naturaleza o carácter; prueba que tiene el propósito de hacer que la persona tropiece. 
En Salmos 81 Dios revela, sin rodeos, que en las aguas de Meriba te probé (7 – NBLH). El Señor, que no actúa con ninguna malicia, proveyó a los israelitas de una oportunidad única para demostrar su confianza en Dios. Sin embargo, en un insólito revés, los israelitas se dieron la vuelta y ordenaron a Dios que Él demostrara que era confiable. ¡En esto radica el pecado de provocar a Dios! 
El endurecimiento del corazón siempre encubre un cuestionamiento hacia la persona de Dios, en este caso. Puede llegar acompañado de varios o muchos  argumentos muy convincentes, de justificaciones inobjetables, pero al fin y al cabo, sigue siendo un pecado de grandes proporciones.
La costumbre de decidir nosotros por dónde vamos a caminar, nos conduce a volvernos insensibles al endurecimiento producido por cada decisión que contradice la Palabra de Dios. Nuestra salvación depende de que el Espíritu nos conceda la sensibilidad necesaria de percibir este proceso, la tomemos para intervenir oportunamente y, de este modo, evitemos cumplir una decisión que inevitablemente nos alejará del Señor.  

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